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Machismo feminista

levine transgénero 4

Romina Rocha

En los últimos años, gracias al enorme dispositivo de propaganda y a las crecientes sumas de dinero destinadas a la institucionalización, se consolidaron las bases en las que se sostiene el uso político de la máxima feminista por excelencia: el machismo como dispositivo de poder. Y esto lo podemos observar en algunos eventos ocurridos en EE.UU., cuna de los think tanks dedicados a la producción de las teorías de género que hoy están tan en boga y que sostienen el mandato hegemónico en torno a lo que la palabra “feminismo” representa.

Por mencionar sólo algunos de ellos, podemos recordar que uno de los diarios más leídos del país, el USA Today, declaró como “Mujer del año” en 2022 a Rachel Levine, cuyo nombre de nacimiento es Richard y que, luego de pasar 25 años casado con una mujer con la que tuvo dos hijos, en 2011 tomó la decisión de “convertirse en mujer”. Apenas llegó a la Casa Blanca, Joe Biden nombró a Levine subsecretario de Salud, convirtiéndose en el funcionario transgénero con más alto rango de Estados Unidos. Este “mérito” es el que llevó a este sujeto a ser una suerte de “ideal de mujer”. Según el propio diario, las premiadas:

… son mujeres fuertes y resilientes que han sido campeonas del cambio en todo el país, liderando e inspirando mientras promueven y luchan por la igualdad, y brindan a otros un lugar para buscar ayuda y encontrar esperanza.

Cabe destacar que Levine, desde la subsecretaría de salud nacional, impulsa los programas de género dirigidos a los menores de edad, habiendo presentado incluso un programa especialmente diseñado para convertir en transgénero a los niños pobres, para quienes el gobierno estadounidense tiene preparado un único futuro: ser carne de cañón de todos los experimentos eugenésicos que el poder disponga. Ya lo hicieron antes probando “alimentos proteicos”, primero a base de soja (transgénica) y ahora con insectos, pero siempre bajo el pretexto de desarrollar elementos que sostengan la situación de sometimiento y nunca que ayuden a las personas a salir de allí.

Cabe destacar el contexto en que esto ocurre: Estados Unidos es un país donde los niños menores de edad ya pueden acceder a terapias hormonales y hasta a la amputación de sus genitales sin consentimiento de sus padres, aunque sigan estando inhabilitados para votar, tener licencia de conducir, beber alcohol o fumar cigarrillos y hasta ver cierto contenido audiovisual, al menos en términos de legalidad. Y mejor ni mencionar que más de 9 millones de esos niños estadounidenses no tienen para comer, no. Lo importante es que puedan ser lo que quieran ser, según la oferta que hace el mercado para ellos, claro está.

Otro ejemplo bastante más conocido por su repercusión mediática es el de la nadadora trans Lia Thomas quien, luego de una carrera mediocre como hombre, pasó a desterrar a medallistas olímpicas y a superarlas ampliamente al pasar a “autopercibirse mujer” y a competir con mujeres biológicas, a quienes dejó muy lejos de los nuevos récords obtenidos por este nadador que encontró, con tan sólo cambiar su “identidad de género”, un lugar donde dejar de ser el último en llegar.

Lo mismo está ocurriendo con algunas de las grandes marcas de moda a nivel global: las “mujeres” que convocan para sus campañas publicitarias, habiendo nacido hombres, pasaron a ocupar el lugar que antes estaba destinado exclusivamente a los seres humanos nacidos con aparato reproductor femenino. Estas campañas, además de buscar vender sus productos, lo que instalan desde que la publicidad existe son las ideas con las que puedan ganar más dinero, y si observamos el amplísimo mercado dedicado casi con exclusividad a la comunidad LGBT (y a todos los que se autoperciben aliados de la misma, sea por terror, convicción o conveniencia), podemos concluir sin mucho esfuerzo que, detrás de todas estas aparentes reivindicaciones a la igualdad, lo que hay es un negocio multimillonario donde se dice que las mujeres ahora están al frente, cuando en verdad lo que está al frente son hombres ocupando el lugar de mujeres.

¿Dónde queda el tan mentado mansplainning (que sería como decir “hombre explicando”, utilizado para señalar a un varón cuando le quiere dar indicaciones de lo que sea a una mujer) si ahora quienes representan lo que es ser una mujer nacieron y son biológicamente hombres? ¿Es objetivo decir que gracias al feminismo hoy la sociedad es más igualitaria, teniendo en cuenta que el poder ya mostró cuál es el modelo de mujer que defiende? Porque sobre esto último es necesario puntualizar ya que, a grandes rasgos, la situación sería la siguiente:

Las mujeres biológicas son más “libres” si no quieren ser madres, ni tener marido, ni maquillarse, ni depilarse, ni arreglarse o siquiera verse como mujeres y, sobre todo, si se sienten sexualmente atraídas por otras mujeres y adquieren comportamientos más masculinos.

Los hombres biológicos son más “libres” si no son masculinos, si se maquillan y se depilan, si se arreglan y se ven más femeninos y, sobre todo, si se sienten sexualmente atraídos por otros hombres porque esa es la forma de “deconstruir” su “masculinidad tóxica”.

Y en ambos casos, si no conformes con verse a la inversa de lo que la naturaleza dispuso quieren (o creen querer) contradecir a la naturaleza, pueden intervenir sus cuerpos para que simulen ser el sexo biológico opuesto, aunque en verdad nunca puedan convertirse por completo en aquello con lo que no han nacido. Porque una prótesis de pene (es como un implante en la pelvis con algo de piel extraída del ano para reconstruir algunas áreas “sensibles”, aunque no tiene verdaderos resultados porque no hay ciencia que recree las terminaciones nerviosas) o una cavidad vaginal artificial (que se hace metiendo el pene del varón hacia adentro y con eso “calculan” la profundidad de la cavidad, que realizan extirpando el pene y abriendo un agujero en la zona pélvica, dejando apenas una parte del pene para que tenga “sensibilidad”), nunca van a ser otra cosa que un artificio. 

Además, hay que detenerse a pensar por qué si las teorías de género hablan de más de 100 géneros, a la hora de la “transición” sólo se puede elegir entre dos… 

Pero esto no se trata de una simple crítica al esquema dominante que se esconde tras las polleras del feminismo, sino más bien busca ser un llamado de atención grotesco, pero corroborable, sobre las graves consecuencias que trae el dejarse llevar por las formas y no indagar sobre el fondo de las cosas. Todo tiene un por qué, no hay azar o simple destino en lo que a la vida en este planeta refiere. Hay un orden, hay leyes naturales y hay interferencia del ser humano que, en su búsqueda milenaria por alcanzar a Dios, una parte de la sociedad se ha desviado en sus caminos para superarlo y reemplazarlo. 

Ya no se habla de aceptarse como uno es, de ocuparse de las situaciones traumáticas, de enfermedades mentales o de la necesidad de una atención integral sobre los dilemas existenciales de la humanidad. En nombre de la igualdad, se afirma que ser como uno es implica tomar hormonas, desfigurar la apariencia y mutilar el cuerpo. En nombre de la igualdad, los lugares que se suponía que serían destinados a equilibrar las fuerzas femeninas y masculinas son ocupados por hombres vestidos de mujeres. En nombre de la igualdad, la construcción de sociedades futuras más justas requiere que las mujeres ya no quieran ser madres y que, incluso, se mutilen para evitar bajo cualquier pretexto que esa “decisión” sea irreversible, porque es más “seguro” crear humanos en laboratorios donde se puede elegir de antemano cómo se van a ver, qué enfermedades van a tener, cuáles serán sus gustos particulares y de qué manera van a servir al futuro donde el gobierno no tenga nada que ver con la ética, la moral o la humanidad.

Y aunque esto todavía no es mayoritario, tenemos que pensar que, de seguir así, en menos de 100 años cualquier distopía respecto de las sociedades humanas va a parecer un cuento infantil, porque si a los adultos nos resulta complejo dimensionar todas las implicancias que este ataque masivo tiene sobre nosotros, ¿cuánto más difícil puede ser para los niños y los jóvenes que están creciendo en medio de esta confusión infernal?

El punto no es ponerse a favor o en contra de nada, ya que eso sólo nos requiere escudarnos detrás de las ideas de alguien más. Lo verdaderamente urgente y transformador sería observar con detenimiento qué es lo que está pasando, quiénes son los que se benefician con esto y de qué manera nos afecta hoy y a futuro, porque sólo así podremos encontrar respuestas colectivas a un problema que es mucho más profundo que un par de frases bonitas. 

Mientras los medios nos llenan de glitter y colores el entorno, la violencia y la desigualdad no paran de aumentar. Entonces nos debemos preguntar, con toda seriedad, de qué estamos hablando cuando hablamos de libertad. 

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