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El día del niño:  “Una alondra herida en el ala, Un querubín deja de cantar”

illustration for Sustinable Developmant Gorls
Zero hunger and No poverty

Toda la sociedad de nuestro país sabe que las condiciones de vulnerabilidad, pobreza, exclusión, discriminación y explotación de las familias se trasladan a las niñas y niños

T|CDMX|28042023Una alondra herida en el ala, Un querubín deja de cantar, es una estrofa del poema de William Blake, Augurios de Inocencia, y es una forma de decir que cuando un ser celestial deja de cantar algo está mal en el mundo. Y eso justo es lo que ocurre cuando un niño o niña sufre en cualquier lugar del mundo. Por ello, resulta importante reflexionar sobre la niñez a propósito del 30 de abril, Día del niño en México. 

Desde el año de 1925 en Ginebra, Suiza, con la Conferencia Mundial para la Protección de la Infancia, convocada por la Sociedad de Naciones (antecedente de la ONU), se establecieron los primeros compromisos mundiales para enfrentar situaciones en las que los niños eran explotados y abusados, ya sea en el trabajo, en la calle o en el hogar, además se admitió que muchos vivían condiciones precarias, en la pobreza y la marginalidad y se acordó que todos tuvieran acceso a una vivienda digna, alimentación adecuada, educación y salud como pilares fundamentales para su desarrollo y bienestar. En la conferencia participaron representantes de diversas organizaciones internacionales, como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Comité Internacional de la Cruz Roja, y delegados de 42 países, así como entre los que estaban México, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Chile, China, Colombia, Cuba, Francia, India, Italia, Japón, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica, Suiza y los Estados Unidos. Sesenta y cuatro años después, el 20 de noviembre de 1989, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) que reconoce los derechos humanos fundamentales de todos los niños, niñas y adolescentes, y establece las obligaciones de los Estados para garantizar su cumplimiento. La CDN establece que los niños tienen derecho a la protección, la educación, la salud, la participación, la no discriminación y la supervivencia. Además, define principios fundamentales como el interés superior del niño, la no discriminación, el derecho a la vida, la supervivencia y el desarrollo, el respeto a las opiniones del niño y el derecho a la privacidad. La CDN es considerada como el tratado de derechos humanos más ampliamente ratificado en la historia de las Naciones Unidas.

El Día del Niño se celebra en diferentes países del mundo, en distintas fechas. En México, lo celebramos desde el 30 de abril desde 1924, inició siendo presidente Álvaro Obregón y ministro de Educación Pública José Vasconcelos. En nuestro país la celebración se convirtió en una tradición popular, una fiesta con disfraces, regalos, juegos, espectáculos y actividades especiales, sobre todo en las escuelas, dejando de lado, de cierta forma, la importancia de promover, proteger y respetar los derechos de los niños y trabajar por su bienestar.  Como toda celebración, se hace ahínco colectivo en el día y se reserva para mejor ocasión una verdadera reflexión sobre cómo mejorar la vida de los niños sin familia o de las familias más vulnerables. 

Y es justo este día en el que debemos cobrar conciencia sobre la situación de las niñas y niños en familias pobres, ya que mientras en todo el país se llevan a cabo las fiestas, en muchos lugares marginados la infancia es una sombra que pasa desapercibida por el largo transcurrir de los días. Toda la sociedad de nuestro país sabe que las condiciones de vulnerabilidad, pobreza, exclusión, discriminación y explotación de las familias se trasladan a las niñas y niños; la violencia, la drogadicción, el alcoholismo y el abuso de hoy provienen de cadenas forjadas de generación en generación en familias pobres y sin acceso a un bienestar aceptable. En México, de acuerdo con el INEGI, según datos del cuarto trimestre de la ENOEN 2022, residían 15 millones de niñas y niños de 5 a 11 años, lo que representó 11 % del total de la población, de los cuales 2% no asiste a la escuela, es decir 280, 899, siendo el 56 % niños y 44 %, niñas. De la niñez que no asiste a la escuela el 73 % de las jefas o jefes del hogar ocupados trabajaban de manera informal; este porcentaje disminuye a 55 % en las jefas o jefes de los hogares donde todas las niñas y niños asistían a la escuela. Es decir, si la madre o el padre trabajan en el sector informal se debe a que precisamente no tuvieron acceso a una educación formal o fue incompleta y lo mismo ocurrirá con sus hijos. El círculo de familias pobres y analfabetas persistirá a lo largo del tiempo a través de sus hijos y así consecutivamente. 

¿Qué hacer frente a este desolador panorama?  No sólo hacer la fiesta popular sino exigir que se cumpla la universalidad de la educación. Si el INEGI sabe cuántos son y dónde están las niñas y niños que no asisten a la escuela, porque no impulsan recomendaciones a los gobiernos estatales y municipales para que logren su incorporación al sistema educativo.  No se trata de sentimentalismo sino de garantizar derechos, para que el coro de querubines cante y ría siempre. 

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