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Performatividad constitucional de la Cuarta Transformación

performatividad constitucional de la 4T

José Omar Sánchez Molina

Hay elementos que no se ven cuando hay una aparente evidencia de hechos y de acciones en el ámbito político.  En el discurso conservador se dice que la acción de la 4T, en especial del presidente Andrés Manuel López Obrador, se manifiesta con un interés directo por la destrucción de instituciones, de irrespeto a la constitución y de autoritarismo.

Esa es una manera muy simple de ver las cosas y descuida el hecho de que el proyecto constitucional, la idea de constitución, la idea de la politeia, tal como la diseñaron los griegos, implica que una comunidad reconozca el ser político, la forma institucional que se da un pueblo, una ciudad, una comunidad para tener su identidad, verse a sí misma como unidad respecto al pasado destructivo y el proyecto de vida constructivo. Esa es la idea original de constitución que se encuentra en el mundo griego antiguo, la de reconocimiento de lo que uno es desde el punto de vista colectivo.

La idea real de constitución original del siglo V antes de nuestra era, devino en un concepto institucional y, por lo tanto, conservador a partir del siglo XVIII, puesto que el modo de ser y reconocerse se separó a un modo simbólico de aparentar, de simular, de posponer y de desconocerse. En ese camino moderno, ser constitucionalista es ser agente conservador del orden y de las instituciones imperantes y de las reglas del juego, entre ellas, la representación,  la democracia y los propios derechos humanos, como sus máximos exponentes.

A diferencia de la forma estática de ver la constitución, hay una forma dinámica de observarla y que la percibe como un proyecto inacabado, que siempre requiere cambios, nuevos acuerdos, nuevas convenciones sociales. Ahí la forma de ser y de hacer viva la constitución pasa por la desobediencia, la rebelión, la resistencia al proyecto, al modo particular de reconocerse que se hace pasar por proyecto colectivo.

Este es el caso justamente de la performatividad constitucional de la 4T y de Andrés Manuel López Obrador. Sonaba increíble que con la legitimidad de la que goza, no hubiera lanzado un proyecto constituyente; por el contrario, a fuerza de desoír lo que establece la constitución política, que ya no es la misma revolucionaria de 1917, presenta esa negatividad como un nuevo proyecto constitucional que se construye a partir del rechazo tajante a cumplir el proyecto vigente, proyecto usurpador de las aspiraciones sociales legítimas de inicios de siglo XX.

Por lo tanto, cuando Andrés Manuel dice que no al régimen constitucional y a las propuestas de los conservadores, lo que resulta es que paulatinamente se construyen las rutas, las vías de comunicación y los mensajes de un nuevo proyecto constitucional, sin que, paradógicamente, se haya hecho esfuerzo alguno para lanzar propuesta formal para una nueva constitución, como se ha hecho en otros países, principalmente en Chile, que a fuerza de llamados a nuevas convenciones constitucionales terminan por volverse más conservadores.

Eso es lo que no vimos de la no decisión de Andrés Manuel, que en realidad es una decisión trascendental.

Por eso, debemos concluir que un proceso constituyente no es idéntico a un llamado formal a la construcción de una nueva constitución, porque el riesgo de terminar en el camino del conservadurismo es muy alto. Hacer una constitución se hace también con los llamados y rechazos a las instituciones vigentes y con la rebelión implícita al proyecto conservador que se expresa, en primer lugar en las urnas, y en segundo lugar, en el cambio paulatino jurídico y social a las instituciones ya dadas.

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