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Los rodeos para acceder al deseo

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José Omar Sánchez Molina

Humanamente, es difícil cancelar el deseo, cómo puede solicitar un estoico estricto. En su lugar planteó una salida más conciliada, donde no nos consuma la inmediatez ni nos abrume la angustia.

Ya se ha dicho que el acceso del deseo humano a su objeto nunca es directo, rápido, recto, primario; siempre es oblicuo, tardado, derivado.

En apariencia, sería tan fácil para el ser humano acercarse al objeto del deseo, pero filosóficamente, y aquí quizá hay algo de existencial, la dificultad en sí misma añade copioso gozo a la vida humana, por extraño que parezca.

Voy a presentar tres casos que hacen visible y explican este difícil acceso al deseo. 

El primero es de carácter teórico, el segundo de carácter histórico y el tercero es un caso práctico.

Vamos con el primero de ellos. 

El psicoanálisis ha expuesto de manera contundente como el acceso al objeto el deseo está mediado, rodeado. Se trata de la imagen de un ser humano que da la vuelta en círculos. Un ser humano en su origen ético que desea las cosas, pero que las desea como el deseo del otro, dado que el deseo es que no se extinga el deseo, que sea sempiterno; en esa medida, en tanto objeto inalcanzable, el objeto de deseo se vuelve más apetecible, pero justo ahí está su paradoja. A más distancia, más deseo, pero sin acercamiento, el fin no está asegurado. Cuando coincide el deseo con el objeto, cuando se satisface el deseo, se pierde todo interés, se cancela la ética como deseo. Por lo que, si se da ese emparejamiento, se tiene que repetir el ciclo del deseo. Si quisieran una recapitulación de esta tesis, recomiendo ampliamente toda la obra de Slavoj Zizek. 

El segundo caso es histórico. 

Aquí quisiera recuperar la Odisea de Homero, el poema épico en el cual la hazaña del héroe Odiseo, el Laertida, para regresar a Itaca se encuentra pospuesta, complicada y desplazada por eventos que parecen nunca terminar, como la ida del joven Telémaco en su búsqueda. Homero expone de algún modo el hecho de qué las cosas que son conforme a la moira griega, conforme al destino que cada uno debe representar, requieren pérdidas, rodeos, esfuerzo sobrepuesto, lágrimas y llanto. Cuando Odiseo logra regresar a casa, por extraño que suene, no emprende con prontitud la muerte directa a los pretendientes de Penélope que además consumen sus bienes. Si ustedes recuerdan, Atenea lo transforma en un mendigo que pasa desapercibido en su propia casa, maniobrando en el sigilo para lograr su cometido. Un acto de venganza que debería ser más sencillo, después de 20 años de larga espera, se pospone estratégicamente, justo porque la ira contra los pretendientes de Penélope no puede vencer a la planificación de Odiseo  y porque hibris (la furia) no puede imperar, cuando el mundo está sin armonía, más que dike (la justicia).

El tercer caso es cotidiano y práctico. 

Supongamos que a alguien le gusta practicar el fútbol. Un buen día se materializa el deseo de qué lleguen a la final de la liga local, consagrándose campeones. Se les dan dos opciones. La primera es recibir la garantía de que, sin jugar, va a ganar el partido por un marcador de 5 a 0, con la seguridad de qué ese será el resultado público. En la segunda opción se les plantea jugar el partido con la contingencia de ganarlo o perderlo, sin saber cuál va ser el resultado, que dependerá de que se juegue.

¿Qué opción Usted escogería?

Lo que quiero destacar aquí es que aparentemente suena interesante y apetecible lograr el resultado, sin jugar y con la garantía de por medio. ¿No soñamos a veces con lograr fácilmente las cosas que deseamos? Una vía más directa al deseo de vencer no es imaginable. Sin embargo, si se analiza éticamente veremos que lograr el resultado debe estar mediado, problematizado por la incertidumbre. Me imagino que la mayor cantidad de personas escogería la segunda opción: jugar el juego y esperar el resultado. 

La vida, aun sin lograr el deseo, no es de dicha y felicidad si se obtienen las cosas sin la repetición de ciclos, sin aventuras y con arreglos de escritorio de los resultados. La vida, por el contrario, debe ser un gran salón de flujos y de rodeos, una increíble odisea personal, en la que se nos asigna un papel a realizar y con un resultado posible a lograr.

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