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La Alianza va por México o la fórmula de la corrupción para gobernar a la CDMX

Quezada

Melchor JJ Ramírez 

Una alianza para la sobrevivencia y evitar la cárcel 

En nuestro lenguaje sobre la política de forma constante se habla de la clase política. La clase política se entiende, es el conjunto de personas involucradas con el sistema de partidos, con la integración del poder legislativo y del ejecutivo (aunque en este caso existe un cuerpo más administrativo que se puede identificar como servidores públicos), con los gobiernos locales y por representar a los distintos grupos sociales. Se diría que es una clase de personas que vive para y de la política.  Gaetano Mosca (Italia, 1858-1941) nos heredó el concepto de clase política, la cual nos dice, en forma breve, es la existencia en cualquier tipo de organización social, de una minoría organizada que detenta el poder de los centros de decisión efectivos. Así, la clase política son aquellos grupos que buscan controlar espacios de decisiones y convertirse en la élite que dirija de forma permanente al Estado. Sin embargo, puede hacerlo una vez que se encuentra por encima de la lucha con otros grupos, es decir la trasciende, y logra su preeminencia para obtener riqueza y alcanzar dos grandes objetivos: ser hereditaria y construir, pacientemente un sello, o carácter, para fincarse en la mentalidad de los grupos sociales de forma prolongada. La forma cómo se inserta en la sociedad es a través de una fórmula política, que es el conjunto de ideologías, creencias y mitos que la clase política “produce”, basados en una cultura político-social, para justificar su dominio sobre la sociedad (Francisco Leoni en La clase política en Gaetano Mosca file:///C:/Users/HP/Downloads/Dialnet-LaClasePoliticaEnGaetanoMosca-27097%20(1).pdf) Esta constante lucha por obtener preeminencia, riqueza y capacidad para heredar el poder a sus integrantes, es la ley que mueve a la clase política de cualquier signo, a través de sus líderes y partidos políticos, y la obliga hacer uso de un descarnado pragmatismo, olvidar la existencia de una supuesta  ideología y conjuntar el agua con el aceite, es decir llevar a cabo empresas, proyectos o alianzas  que suelen ser ilógicas o injustificadas frente a la sociedad. La clase política hace lo imposible para no quedar fuera de los recursos (legales, presupuestales, institucionales) que son propios de toda función del Estado.   

La creación de la Alianza va por México, integrada por PAN, PRI, PRD (es decir la derecha histórica, el neoliberalismo y la izquierda pragmática), es un claro y cercano ejemplo de lo que ocurre cuando una clase política es desplazada y busca férreamente aglutinarse para no desaparecer de los centros de decisión. La Alianza va por México sobrevive por los espacios de administración pública que tiene, o ha logrado recuperar, y por la conservación de una representación política limitada en el congreso federal, en los congresos y gobiernos estatales. Las causas de pérdida de poder de esta clase política se deben al enriquecimiento inexplicable de sus miembros, a construir un sistema basado en la corrupción en todos los niveles de gobierno, al robo de los recursos públicos, a los acuerdos para la repartición de las instituciones del Estado y al contubernio con la clase empresarial. Esta clase política perdió centralidad (hegemonía) por los resultados de las elecciones en 2018. Al perder poder, sus integrantes fueron desplazados de los centros de decisión importantes y ahora esperan resurgir a través de su pragmatismo y crear una nueva plataforma

Es por ello por lo que este año 2023 y el 2024, el PRI, PAN y PRD, invertirán todos sus recursos disponibles (legales e ilegales) para no ser sustituida completamente por una nueva clase política emergente y dominante.  La lucha que la clase política de la Alianza va por México tendrá como escenario principal a la Ciudad de México. Desde los resultados electorales del 2021 que lograron obtener 9 de 16 alcaldías y 31 de 66 diputados, aseguran que derrotarán a Morena y al Gobierno de la CDMX. La elites de estos tres partidos se juegan su supervivencia, y en algunos casos la cárcel, en el próximo proceso electoral. 

¿Qué es lo que ofrece la Alianza va por México para ganar las elecciones en la CDMX?

 La Alianza ha asumido de facto que no importa la ideología, sus fines son ampliar su control e intereses territoriales y obtener fondos cuantiosos para vender su fórmula política fundada en distinguirse de la Jefa de Gobierno y a Morena, pero se trata más de una estrategia publicitaria que de una opción de gobierno. 

La Alianza va por México construye su fórmula política con factores internos y externos. De sus factores internos dos resaltan: i) Reconocer que se juegan la supervivencia política, por ello sus integrantes más destacados actúan frenéticamente en el espacio público, en las plataformas digitales y en los medios de comunicación; tratan de incrementar su reconocimiento ante la sociedad y electores, independientemente de que sea positivo o negativo; ii) Inmersos en la estrategia nacional de la Alianza, donde el facilitador es Claudio X González, asumen, como principio, no dividirse. Su pacto de no división es central, es por lo que pase lo que pase, no muestran fisuras o desacuerdos graves y enfrentan, de forma coordinada, denuncias públicas, acusaciones de corrupción o ataques por su deficiencias como gobiernos locales, aún y a pesar de las pruebas de corrupción (cártel inmobiliario en la alcaldía Benito Juárez) o de actos ilegales (por ejemplo, los escándalos de Sandra Cuevas). 

La estrategia externa de la Alianza va por México en la Ciudad de México es demostrar que gobierna mejor, a través de una diferenciación entre los resultados de sus alcaldías y los de la Jefatura de Gobierno, es por ello que no resulta extraño que un día sí y otro también, presentan denuncias legales, o publicitarias, contra la Jefa de Gobierno y distintos funcionarios, enumerando fallas, grandes o pequeñas, y pronunciando discursos encendidos de sus actos de gobierno. Para esta estrategia usan, como puntas de lanza, a Sandra Cuevas (Cuauhtémoc) y Lía Limón (Álvaro Obregón),  y secundariamente a Santiago Taboada (lo cuidan por las posibilidades de ser el candidato a la ciudad) con pronunciamientos agresivos, y presentándose, cuando conviene, como víctimas de violencia política de género, discriminación, machismo y persecución política. Además, han agregado dos ejes discursivos: i) Ser valientes “para enfrentar el hostigamiento de un “gobierno autoritario” y frente a los escándalos de corrupción, pronunciarse con el eslogan “vamos a ganar electoralmente y por eso nos persiguen penalmente”; y ii) Ser promotores de la reconciliación y el rechazo a la polarización, a pesar de que polarizan como estrategia mediática. Con sus estrategias publicitarias, buscan incrementar la intención del voto de los sectores que son, o se consideran, clases medias y ganar la Ciudad de México.   

¿Quiénes son realmente los líderes de la Alianza va por México en la CDMX? 

La Alianza de las líderes del PAN, PRI, PRD, no es reciente, se configuró desde el año 2015, como forma de enfrentar a Morena, conformando una “clase política” interpartidista que llegó a acuerdos cupulares para simular competencia política e intercambiar apoyos para tener control de sus territorios. Esa alianza informal y pragmática funcionó claramente en la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México. Los resultados electorales de ese año fueron los siguientes: alcaldías: 5 para Morena; 4 para PRD-PT; 3 para PRI-Verde; 2 para PAN; 1 para PRD; y 1 para PRD-PT-Nueva Alianza. Mientras que en la integración del órgano legislativo Morena contó con 20 diputados; el PRD con 17; el PAN con 10; el PRI con 8; MC con 3; Verde con 3; PT con 1; Encuentro Social con 1; Humanista con 1; Nueva Alianza con 1; y 1 Independiente. 

La alianza se constituyó en la Comisión de Gobierno, máximo órgano de dirección política del poder legislativo, con la entrega de los siguientes cargos: Presidencia, PRD (Leonel Luna) más 4 lugares; vicepresidencia o Secretaria, PAN (Jorge Romero Herrera) más 3 lugares; PRI, 3 integrantes (incluido su líder, Israel Betanzos); y Morena con 3 integrantes (incluido su líder, César Arnulfo Cravioto Romero), fracción que jamás participó durante 3 años. Esta alianza de facto logró controlar todas las decisiones del órgano legislativo, excluyó a Morena, a pesar de ser la primera fuerza política, y generó acuerdos cupulares e informales entre los tres líderes que no pasaron por el total de los 18 integrantes de la Comisión de Gobierno (existen públicamente una Acta de sesión de la Comisión de fecha 15 y 16 de diciembre de 2015 y sólo 53 Acuerdos firmados sin sesiones conocidas). Mientras el resto de los diputados (salvo honrosas excepciones) se beneficiaron de los casi 2,400 millones de pesos a través de recibir sus sueldos, sus nóminas infladas de personal, sus apoyos económicos y hacer “vida parlamentaria” (puntos de acuerdo, iniciativas, discursos, etc), enfrentando la ley de hierro de sus líderes, las decisiones efectivas recayeron en Leonel Luna, Jorge Romero e Israel Betanzos a nombre del poder legislativo.   

El control de la Comisión de Gobierno implicó la autorización de presupuestos anuales para toda la CDMX, la designación de funcionarios de toda índole, el bloqueo de temas delicados y la instauración de una agenda legislativa sobreponiendo los interés exclusivos de los tres líderes y sus grupos políticos. Uno de los casos que ilustra estas “prácticas legislativas” es el Acuerdo de la Comisión de Gobierno mediante el cual se asume como Comisión Especial para la Reconstrucción, Recuperación y Transformación de la Ciudad de México de fecha 11 de octubre de 2017, para decidir el uso discrecional de 8 mil 792 millones de pesos para la reconstrucción en el año 2018. Este acuerdo permitió que los integrantes de esta Comisión, sumando a Mauricio Toledo (por ser el presidente de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública y ahora prófugo), decidieran dónde y cómo gastar recursos para la reconstrucción con fines político-electorales. 

Debido a que el PAN postulará al candidato a la Jefatura de Gobierno, como ya se anunció públicamente, y tiene el mayor número de diputados en el congreso, será quien designe o influya, según convengan, a los de las alcaldías y cargos de representación popular, por lo tanto, será el grupo político de la alcaldía Benito Juárez quien domine las decisiones para el año 2024. En otras palabras, será principalmente Jorge Romero y su grupo, con la participación en menor escala de Israel Betanzos y los nuevos agregados a la Alianza (Sandra Cuevas, Lía Limón y Víctor Hugo Lobo), los que pilotean la Alianza va por México en la Ciudad de México.  

El líder y cacique del PAN en la CDMX es sin ninguna duda el actual coordinador de diputados de la Cámara de Diputados federal Jorge Romero Herrera. La derrota del PAN en el año 2018 supuso un ascenso en su carrera política, ya que de coordinador de diputados en la Asamblea Legislativa (2015-2018) pasó a ser vicecoordinador (2018-2021) y luego coordinador de diputados al nivel federal (2021-2024). Su lanzamiento político fue en el año 2012 al ser elegido delegado de Benito Juárez. Lo más destacado de Jorge Romero son los actos de corrupción y las irregularidades en las que está involucrado: se le considera la cabeza del “cártel inmobiliario” y quien, como ya se dijo, decidió, en contubernio, el uso de recursos del “programa de reconstrucción de la CDMX” a raíz del sismo del año 2017. Este personaje forjó una clase política local basada en el control de cargos de la alcaldía y de representación popular para entregarlos a sus incondicionales, un sistema de corrupción entre empresarios inmobiliarios y servidores públicos, el control de presupuestos y su asignación para enriquecimiento grupal y uso electoral, y una práctica de simulación de buen gobierno (cuya única base ha sido la alcaldía Benito Juárez).  

En segundo lugar, como fuerza política, actuará el PRI, dominado desde 2004-2005 por el grupo político de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, líder histórico de los pepenadores y actualmente preso. Su actual el presidente es Israel Betanzos Cortes, quien fue acusado de formar parte del círculo de personas que contrataron a edecanes para servicios sexuales; además la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) lo denunció en marzo de 2021 por delitos de lavado de dinero, corrupción y prostitución forzada y le congeló las cuentas. Se deben agregar como actores secundarios por su control territorial a los alcaldes de Cuajimalpa, acusado de contratar grupos de golpeadores, y Luis Gerardo Quijano, de Magdalena Contreras, quien creció en la misma esfera de Gutiérrez de la Torre.      

Como fuerza casi testimonial, de no ser por las aportaciones de recursos financieros, será el PRD.   La derrota electoral que sufrió en el año 2018 lo puso al borde de la extinción. Actualmente su capital político se reduce a dos curules en el Congreso de la ciudad (tiene 9 como aliado con PRI y PAN). Sus más destacados líderes son Víctor Hugo Lobo y Nora Arias (su esposa), acusado de fraude y presuntas extorsiones a taxistas, constructoras y vendedores ambulantes, además acusado de ser propietarios de constructoras, hoteles, gasolineras, bares y salones de fiesta, entre otros negocios; y Jorge Gaviño Ambríz, quien fue director general del metro de 2015 a 2018 y ha tenido diversos cargos como funcionario público. 

A estos líderes de la clase política de la Alianza va por México hay que agregar a sus nuevas integrantes, Lía Limón, quien fue servidora pública de alto nivel en los gobiernos de Felipe Calderón y de Enrique peña sin resultados significativos en su desempeño; y Sandra Cuevas, funcionaria de nivel medio en la administración de Ricardo Monreal, ambas actuando por el apoyo de políticos de nivel federal para formar parte en las decisiones. Adicionalmente, el PAN buscará negociar o presionar a la senadora Xóchilt Galvez y la alcaldesa de Azcapotzalco, Margarita Saldaña, para no compartir las posiciones y decisiones con el grupo originario de Benito Juárez, dado el carácter centralizador y vertical de Jorge Romero. 

Los líderes de la Alianza van por México descritos anteriormente, forman parte de una clase política corrupta que ha conquistado espacios de decisiones a partir de obtener recursos financieros, sobre todo ilegales, para ganar elecciones e impulsar a los miembros de sus grupos, los cuales suelen carecer de carreras sólidas, prestigio o experiencia. Sin embargo, a pesar de los cuantiosos recursos que invirtieron en 2018 fueron derrotados, y saben que está en juego su supervivencia y su destino legal. Esta clase política creció y se impuso a partir de practicar la política como fuente de negocios y resulta difícil que cambie, por ello su estrategia no es otra que engañar a las clases medias con la construcción de una “nueva” fórmula política, la cual vista con detenimiento, está plagada de lugares comunes y discursos propositivos. 

Una vez que llegue el momento de elegir las candidaturas para la Alianza va por México, se olvidará de sus prácticas de “buen gobierno” y de su “proyecto alternativo para la ciudadanía”, y volverá a asumir que la política son territorios con propietarios, pagará estructuras con recursos públicos, recaudará otros de forma ilícita, realizará campañas políticas como acuerdos de inversión, exigirá  pagos por candidaturas, ofrecerá decisiones de gobierno como negocios particulares, realizará pactos con grupos para que se simule una democracia interna, recompensará la lealtad con espacios en el gobierno y hará gestiones como prácticas clientelares con dinero en efectivo o en especie. Esa es justamente la visión de esta clase política cercada por la corrupción y los escándalos. 

El discurso o fórmula política de la Alianza va por México debe ser exhibido porque se trata de un engaño para gobernar la ciudad. No votar por una clase política mafiosa y expulsarla de los centros de decisión efectivos, debe ser un ejercicio realmente democrático a través de usar el voto como castigo contra malos gobernantes, además de desaparecer la impunidad que se esconde bajo cargos públicos. Exigir una nueva cultura política (con base en programas de gobierno incluyentes y sus resultados medibles) que excluya a las clases políticas que luchan por controlar el Estado a través de la mercadotecnia, el escándalo y la corrupción, es el reto de nuestros tiempos. Lo que requerimos es denunciar a la clase política que construye una fórmula política con base en engaños y propósitos de hacer de la política negocios, que es justo eso lo que representa la Alianza va por México, dar un salto “cuántico” que normalice los buenos gobiernos, es una necesidad que nuestra sociedad de la Ciudad de México debe satisfacer a partir de ahora.          

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