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Cleptocracia y la troika PRIANPRD

Troika

Félix Martínez

Actualmente, la película “A puertas cerradas” (2019) se encuentra disponible en la plataforma de Netflix. Este largometraje es dirigido por el cineasta Costa Gavras, conocido por obras como “Estado de Sitio” (1972), “Desaparecido” (1982) y “Amén” (2000). En esta película, Gavras vuelve a abordar un problema sociopolítico con una mirada crítica.

La trama se centra en un detallado retrato y denuncia de la crisis económica y de la deuda externa en Grecia durante el año 2015. La obra es una adaptación del libro “Adults in the Room: My Battle with Europe’s Deep Establishment” de Yanis Varoufakis, exministro de finanzas y testigo principal de los eventos narrados en la película. Varoufakis narra la historia, lo que podría tener el sesgo de resaltar sólo un punto de vista sobre un problema complejo. Sin embargo, los eventos y los demás personajes convencen al espectador de que lo presentado son hechos creíbles.

Algunos críticos de la película cuestionan que el personaje central se convierta en un héroe incomprendido que lucha desesperadamente por sus ideas y principios frente a un mundo financiero hostil y pragmático, donde reinan los intereses mezquinos. Esto podría hacer que algunos consideren que la película pierde cierta credibilidad, ya que se podría pensar que las negociaciones políticas y económicas, que la mayoría desconoce, no ocurren de esta manera en la vida real.

Otros críticos destacan que se trata de una historia real, coincidiendo con mi opinión, que ilustra la existencia de una estructura de poder centralizada y autoritaria. Esta impone decisiones a los gobiernos nacionales y utiliza chantajes, manipulaciones y presiones a diferentes niveles para beneficiarse económicamente y someter a los países más débiles a sus designios y políticas abusivas.  

Lo que me interesa destacar en este breve texto es el papel que juega la llamada “troika” en el filme, durante el proceso de negociación financiera del caso griego, para posteriormente describir el caso de nuestro país en un ejercicio de análisis sobre el papel de las estructuras intermediarias de poder que defienden intereses oligárquicos.

La troika, conocida así en Europa, es la aglutinación de tres organismos supranacionales: La Comisión Europea, responsable de proponer legislación, supervisar el cumplimiento de las normativas de la UE y gestionar los asuntos cotidianos de la Unión; El Banco Central Europeo, encargado de la política monetaria para los países que utilizan el euro como su moneda, responsable de la estabilidad de precios y toma decisiones sobre tasas de interés y otras políticas monetarias; y El Fondo Monetario Internacional, que se ocupa de brindar asistencia financiera y asesoramiento económico a países en crisis económica. La troika, en conjunto, es la encargada de implementar que los acuerdos tomados se lleven a cabo sin ninguna desviación. Es quien vigila que se paguen las obligaciones de deuda, se ajusten los programas de rescate financiero y se pongan en práctica las políticas de austeridad y los procesos de privatización. En pocas palabras, la troika es el conjunto de funcionarios intermedios que se presentan ante los gobiernos nacionales y presionan para que no se modifiquen ni un ápice las políticas restrictivas y de choque en materia de política económica de la UE.

La película inicia con el triunfo en las elecciones del partido de izquierda Syriza, liderado por Alexis Tsipras, en enero del año 2015. Al llegar al gobierno, los dirigentes de Syriza se enfrentan al dilema de renegociar la deuda externa, poner fin a siete años de políticas de austeridad, enfrentar a la oligarquía y, lo más importante, cumplir con las promesas de campaña que le dieron el triunfo electoral, o continuar con los acuerdos celebrados previamente con la troika. Estos acuerdos consisten en incrementar la privatización de bienes estatales, adquirir más deuda, asumir las deudas de los bancos privados y mantener los planes de austeridad impuestos. En otras palabras, la historia se centra en las exigencias asignadas a un país para sujetarse a las políticas neoliberales y la lucha de un Estado por ofrecer un acuerdo que le permita actuar de forma más activa e independiente en la generación de políticas económicas tendientes a enfrentar el estancamiento económico, la pobreza y la desigualdad. Lo que aparentemente está en juego es si, en este caso, Grecia debe continuar con las autoritarias directrices de la integración económica o ser excluida y abandonada a su suerte.

La película expone de manera clara cómo los integrantes de la Comunidad Económica Europea, dominados abiertamente por el ministro de finanzas de Alemania, impiden cualquier modificación a sus programas económicos. Esto se logra a través de un sistema burocrático de representación que anula cualquier intento de “rebelión”, mediante un juego de fuerzas, presiones e indiferencia llevado a cabo por funcionarios de “alto nivel”, la troika. Sin embargo, estos sólo obedecen a otras pocas autoridades menos visibles, como los presidentes de las repúblicas, quienes son realmente los que toman las decisiones y defienden sus intereses y los de las corporaciones de sus economías. Esta simulación, este montaje, es una obra de teatro con sus personajes principales y secundarios, pero sin público, donde el papel más importante, desde mi punto de vista, lo juegan los operadores del sistema, es decir, la troika, y no los escritores y dueños del relato.

En una escena reveladora de la película, durante el encuentro del Eurogrupo para “analizar” la propuesta de Grecia, en el cual participan los representantes de los tres organismos financieros y veinte ministros de finanzas, se invita, con expresión de burla, a Yanis Varoufakis a exponer su plan alternativo de renegociación de la deuda. Sin embargo, la respuesta con coraje del ministro de Alemania es que no se puede permitir que las elecciones cambien las políticas económicas. Ante esto, el representante de Grecia pregunta: “Entonces, ¿de qué sirven las elecciones?”, y continúa diciendo, que “si el voto popular es irrelevante, entonces ¿para qué negociar? Quizás deberíamos prohibir por completo las elecciones”. Acto seguido, Varoufakis intenta entregar su propuesta a los asistentes, pero entra en escena el presidente de la troika y pide, como suele ocurrir, que se suspenda la reunión, ya que es parte de su trabajo “ordenar” las negociaciones. Después confiesa, molesto, frente a un colega: “Se trata de discursos vacíos, pura fanfarronería, narcisismo mediterráneo. Ignorancia combinada con confianza”, para citar a Mark Twain.

Más adelante, con el desarrollo de las reuniones y el claro bloqueo contra Yanis Varoufakis, al punto de desprestigiarlo y excluirlo, descorazonado confiesa que los organismos centralizadores y regionalistas son estructuras autoritarias con plena libertad para imponer a gobiernos elegidos democráticamente decisiones que solo benefician a unos pocos. Yanis Varoufakis menciona: “La troika son ideólogos económicos porque, como economistas, son mediocres. Representan a los altos funcionarios del Banco Central, del FMI y de la Comisión Europea. Y son indiferentes al sufrimiento que causan”. En el filme, la troika, para representar su papel, crea escenografías en donde el sentido de urgencia, la imagen personal, los aparatos de seguridad y las respuestas a cualquier inquietud son formas de alarde de su poder ante el gobierno de Grecia. Exigen, sin excusas, privatizaciones y asignaciones a empresas de sus países, impuestos a las clases populares, aumento de la edad para jubilaciones, aumento de hipotecas, reducción de salarios y con énfasis declaran que no están para escuchar propuestas o críticas; están para imponer decisiones tomadas en otras esferas. La troika sabe que ganan mucho y pierden poco o nada, porque forman parte de una estructura de poder incuestionable. Son una especie de clase burocrática pública o privada que vive de representar a las oligarquías y se siente orgullosa del papel que juega.

Al final, el poder de la troika se expresó en el caso griego. A pesar del referéndum convocado el 5 de julio de 2015 como medida para obtener el apoyo político de la población y decidir aceptar o rechazar las propuestas de los organismos europeos, la troika prevaleció. La pregunta exacta del referéndum era absolutamente incomprensible para cualquier ciudadano: “¿Debe ser aceptado el proyecto de acuerdo presentado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional en el Eurogrupo del 25 de junio de 2015 y que consta de dos partes que constituyen su propuesta conjunta?” A pesar de que el resultado fue un rotundo “no” de la población, con alrededor del 61%, y la clara indicación de rechazar los acuerdos de los acreedores, al final, se impusieron medidas de austeridad y reformas económicas. Más significativamente, se firmó un nuevo paquete de rescate para Grecia. En otras palabras, la troika prevaleció, y se ignoró el voto popular. Se solicitó más deuda para pagar la deuda histórica, con efectos graves para la economía de la sociedad. “El pueblo fue derrotado, la crisis continúa, y la gente sobrevive heroicamente”, según concluye Varoufakis.

La troika

En ruso, “troika” significa “grupo de tres” y ha sido históricamente utilizado para referirse a un trío de personas. En el contexto de la Unión Soviética, el término “troika” hacía referencia a un grupo de tres líderes que compartían la autoridad ejecutiva. Esta estructura de liderazgo se utilizó en varias ocasiones a lo largo de la historia soviética y adquirió la forma de comités que representaban el máximo poder central y tenían como fin vigilar que las decisiones tomadas, ya sea en la agricultura, la industria o en la aplicación de cualquier decisión, se llevaran a cabo de forma incuestionable. Su poder e influencia tenían efectos tanto en la vida de las pequeñas comunidades como en la de los subgobiernos. Eran una clase burocrática que protegía y obedecía al poder central y obtenía beneficios de su trabajo. Esta troika llegó a cumplir funciones políticas y represivas (delación, juicios, denuncias, etc.) y se constituyó como un poder temido por la población.

La troika, en nuestro contexto, es un aparato burocrático que simula funciones y negociaciones políticas, pero que sigue dictados originados en otras esferas con cálculos económicos y políticos distintos. Es un poder intermedio, compuesto por personajes insensibles, ambiciosos, pragmáticos y autoritarios, a los cuales les está negado aceptar cualquier consideración social, histórica o ética. Presionan e imponen los dictados de las oligarquías y de los altos funcionarios públicos que no pueden decir abiertamente sus planes o llevarlos a cabo porque se trata del trabajo sucio. Se integra por personajes que conforman equipos de expertos en normas, procedimientos, plazos, instituciones y en temas complejos, pero su verdadero trabajo es acordar proyectos legislativos, presionar psicológicamente a adversarios, provocar indiferencia, generar vacío institucional, estudiar la debilidad de los oponentes para chantajear y generar insinuaciones de desestabilización y caos. Son pseudo-profesionales y personajes que conocen los mecanismos de información y comunicación formales e informales que tienen impacto en la opinión pública, pero, sobre todo, saben que existen para cumplir órdenes y evitar cualquier intento de disidencia, cuestionamiento o acusación en contra de las élites que se adueñan de los gobiernos y de los líderes de empresas nacionales y transnacionales. Este es el papel de la troika: proteger el entramado y jerarquía burocrática con el fin de preservar el status quo y proteger sus propios privilegios y los de sus patrones. Esta troika obedece dictados y opera decisiones sin la necesidad de procesos democráticos o de consulta pública; es una estructura de poder de naturaleza autoritaria y de concentración de poder en manos de un grupo representante de élites de gobierno y empresas privadas.

Cleptocracia en México

El término proviene del griego, donde “kleptēs” significa “ladrón” y “kratos” significa “poder” o “gobierno”. En una cleptocracia, la corrupción suele ser endémica. Las instituciones gubernamentales pueden estar infiltradas por individuos corruptos y las prácticas éticas y legales se socavan y utilizan en beneficio de unos pocos en el poder, quienes emplean su posición para robar y saquear los recursos de una nación, a expensas del bienestar general de la población y de las instituciones públicas. La cleptocracia es más un fenómeno político y económico que un sistema de gobierno formalmente reconocido, ya que un país puede tener una forma de gobierno en teoría, pero está caracterizado por la corrupción y el enriquecimiento ilícito de los poderosos.

Como todos sabemos, a lo largo de su historia, nuestro país ha padecido la corrupción de forma endémica. Este fenómeno se ha estudiado durante mucho tiempo y desde distintos enfoques, como los culturales-antropológicos, los normativo-legislativos, los económicos y los institucionales y organizacionales, entre otros. En el pasado reciente, se aprobaron un sinfín de leyes e instituciones sin que se hayan logrado avances significativos en el combate a la corrupción. En todos los partidos y en los gobiernos, se nos prometió que finalmente se acabaría con la corrupción gubernamental; sin embargo, muy poco ocurrió hasta 2018.

A pesar de que a lo largo del siglo XX padecimos las consecuencias de la corrupción, en nada se compara con lo ocurrido en los años de 1998 a 2018. En este periodo, mejor conocido como neoliberal, se constituyó una cleptocracia que normalizó el robo de los recursos de la nación. No solo se trató de los funcionarios públicos y políticos del PRI, como había sido en el periodo posrevolucionario, sino que se forjó una nueva coalición de políticos de distintas filiaciones y empresarios que se vieron favorecidos por la privatización de los bienes de la nación e insertaron a sus socios, representantes y amigos en los distintos poderes de la república. Este proceso de privatización no solo afectó a la sociedad en su vida cotidiana, como lo hacía la corrupción tradicional, sino que disminuyó la enorme riqueza del país para entregársela a una nueva poderosa élite económico-política, que incrementó la desigualdad histórica y construyó una “troika” multipartidista que defendió y se aprovechó de estos procesos, obteniendo grandes beneficios. Las élites y su troika operativa concibieron la idea y práctica de que “todo se podía robar” y nada ocurriría, ya que tendrían impunidad al controlar las instituciones estatales. Es necesario insistir en que el proceso de privatización y la creación de su troika, aunque parezca lejano en 1998, fue el “huevo de la serpiente” que anidó, creció y se consolidó durante treinta años en nuestro sistema económico y político. Llegó a adquirir tal grado de “normalidad” al insistir que se trataba de “ acciones correctas de gobiernos democráticos” que por ello ahora reclaman su restauración los grupos favorecidos y desplazados por el cambio de régimen.

La cleptocracia del periodo neoliberal en nuestro país se conformó a partir de los siguientes cuatro elementos. El primero, como se mencionó, fue la privatización de los recursos naturales y bienes de la nación (gas, petróleo, electricidad, telecomunicación, siderurgia, banca y petroquímica, entre otros), iniciado durante el mandato de Carlos Salinas de Gortari, bajo el argumento de que “si era valioso, debería ser controlado por la iniciativa privada”. El segundo fue que se eligieron a empresarios y empresas que garantizaran el control, vinculados, en el pasado o durante 1988, a la élite en el poder para obtener ganancias e influencia estable en el ámbito económico. En el fondo, se trataba de que “saqueen nuestros socios y no nosotros directamente”. Un tercer elemento fue que la mayoría de los recursos del país eran monopolios estatales, pero se mantuvieron como monopolios privados (teléfonos, ferrocarriles, carreteras, entre otros), y no existe nada que le agrade tanto a la oligarquía como fijar precios y manejar de forma artificial los mercados (por ejemplo, retener oferta para crear demanda).

Los claros resultados de la instauración de una cleptocracia fueron la profundización de la pobreza y la desigualdad de la mayoría de la población y al mismo tiempo el surgimiento de empresarios que compiten con los hombres más ricos del mundo, sin problemas legales, financieros ni morales. Desde luego, estas riquezas, producto de la manipulación y el robo, por más tentador que fuera retenerlas de manera exclusiva para los políticos y empresarios poderosos, se usaron para crear un sistema corrupto que compartía beneficios con la troika y con otros factores de poder, como los medios de comunicación, pero también se usaron como forma de patrocinio para fomentar la “competencia” y “alternancia” partidista y la normalización del status quo.

La troika del PRI-PAN-PRD

Como ya dijimos, la troika es la creación de una estructura intermedia de poder que representa los intereses de las élites económicas y políticas y que, al defender los intereses de sus promotores y patrones, defiende al mismo tiempo los suyos. En la troika nunca existe una confrontación de proyectos o ideologías; es, por el contrario, una suma de esfuerzos operativos para un óptimo funcionamiento de un sistema corrupto o expoliador. Por ello, es natural que la Alianza por México, es decir, la aglutinación del PRI, el PAN y PRD, la troika en México, no viva una confrontación ideológica o de ofertas de gobierno, sino sea una suma de políticos que controlaban el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial, y que una vez que fueron desplazados perdieron no solo sus propios beneficios y privilegios, sino también el rol de representación y defensa de las élites económicas y políticas que dominaron al país en el periodo neoliberal. Esta troika política, compuesta principalmente por la mayoría de políticos de los tres partidos con un historial negro (Alejandro Moreno, Vicente Fox, Felipe Calderón, Mako Cortes, Jorge Romero, Jesús Ortega, Jesús Zambrano, Fernando Belauzaran, entre sus más conocidos integrantes) perdieron poder y centralidad con los resultados electorales del año 2018. Aunque están lejos de desaparecer completamente, saben que su única salida es ganar elecciones en el próximo proceso electoral de 2024 con el fin de sobrevivir y obtener impunidad, pero sobre todo para recuperar su funcionalidad frente a las élites políticas y económicas.

No conocemos de la troika PRI-PAN-PRD ninguna oferta o proyecto de gobierno para el futuro, no existe una plataforma ideológica ni programática sobre la economía, la sociedad y el sistema político, porque no se tiene ni se tendrá, ya que lo que los une e integra es hacer funcionar un sistema de representación y, en su caso, de gobierno, para obtener ingresos ilegales y privilegios, ofertando sus servicios operativos a los grandes capitales y las élites políticas que ahora se encuentran arrinconadas por el cambio de gobierno. No es menor lo que está en juego para la troika, de ahí que su duro pragmatismo, su ausencia de liderazgos, su falta de proyecto, su incesante llamado a enfrentar a un gobierno autoritario, su discurso de victimismo, sean estrategias de supervivencia y de desesperación para recuperar sus fueros y recursos.

Desde luego, que esta lectura y propuesta de analizar la existencia de la Alianza por México como una troika pueda llegar a considerarse simplista, sin embargo, lo que resulta indispensable es evitar su configuración más allá del signo o partido que sea, ya que nulifica la representación política, provoca una simulación democrática y afecta el bienestar público por la defensa de intereses personales y de élites beneficiadas con los recursos públicos y de la nación. Además, sabemos los nefastos resultados cuando la troika se asocia con el crimen organizado y produce un sistema de terror en la vida de las comunidades y de la sociedad en general.

¿No podemos imaginar una sociedad y un sistema político sin la existencia de una troika? Como sociedad, hemos aceptado que la representación política sea una fuente de enriquecimiento personal e ilícito. Nos parece normal que de la noche a la mañana los políticos se vuelvan inmensamente ricos y que el sistema económico mantenga privilegios para los grandes empresarios afectando el interés general. La troika no desaparece en ningún sistema político ni económico; su existencia forma parte del funcionamiento del poder político y de la constitución del Estado, ya que forma parte de los poderes públicos. Lo realmente importante es que sea acotada, denunciada y desplazada a través de crear un sistema de representación social y político real y evitar la creación de una cleptocracia y una estructura de poder intermedio que impida el pleno beneficio del interés general. El próximo proceso electoral del 2024 es la oportunidad para expulsar a la troika PRI-PAN-PRD que a lo largo de treinta años privilegió sus intereses y los de sus patrones, pero también lo es para crear un verdadero sistema democrático auténticamente representativo y plural para transformar la terrible desigualdad que nos agobia y niega el futuro y evitar que nuevamente surja en otras figuras y en el propio partido de Morena.

 

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