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Sol negro sobre Canadá

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Alberto Schneider

El viernes 22 de septiembre se dio en Canadá un hecho escandaloso. Durante la visita de Volodimir Zelensky, luego de su participación en la ONU, el líder de la Cámara de los Comunes, Anthony Rota, presentó a un invitado especial con las siguientes palabras:

Tenemos en la Cámara a un canadiense ucraniano, veterano de la Segunda Guerra Mundial, que luchó por la independencia de Ucrania contra los rusos y sigue apoyando a las tropas incluso a sus 98 años de edad.

Todos los parlamentarios, de todos los partidos, junto con el Primer Ministro Justin Trudeau y el Presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, ovacionó de pie al hombre, que agradecía  hasta las lágrimas.

El héroe ovacionado, Yaroslav Hunka, vecino de North Bay, muy cerca de Ottawa, es un nazi ucraniano exintegrante de élite de la 14ª División de Granaderos, Waffen SS, Galitzia, responsable de cientos de miles de asesinatos en masa en Ucrania, Bielorusia y Polonía. En los años 60 fue reclutado por la CIA en el misma unidad que Klaus Barbie, el jefe de la Gestapo que pasó a ser héroe de la libertad.

Ante el escándalo mundial por la ovación, Trudeau sólo alcanzó a balbucear que se trataba de propaganda rusa y que era asunto del Parlamento. Anthony Rota renunció a la Presidencia del Parlamento y se disculpó, con lo que se pretende dejar zanjado el asunto. Sin embargo, no va a ser fácil para Canadá. Por lo pronto, Polonia analiza la posibilidad de solicitar la extradición del héroe canadiense para juzgarlo por crímenes de lesa humanidad cometidos en ese país. Rusia, por supuesto, ha condenado acremente el hecho porque es una afrenta a los 27 millones de rusos que murieron luchando contra nazis, como el homenajeado en Canadá.

Sin embargo, más allá del escándalo, este episodio revela una oscura realidad, oculta durante años, que sale a la luz, como ya lo ha hecho antes pero sin la repercusión mundial que ha tenido éste: la presencia activa de numerosos grupos de exnazis europeos que encontraron refugio en Estados Unidos y Canadá y que han llegado a espacios de poder económico y político en ambos lados del Atlántico.

Un caso paradigmático que por sí mismo desmiente el supuesto desconocimiento por parte del gobierno de la identidad del homenajeado es el del abuelo de la Viceministra Christya Freeland (presente también durante la ovación). Se trata de Mykhailo Khomiak, editor del periódico nazi Noticias de Cracovia, un periódico de divulgación del nazismo en Polonia. Khomiak, como otros dos mil nazis, huyó a Canadá al triunfo de la URSS sobre Hitler. Las “ratlines” (líneas de ratas, literal del inglés, como se les conoce a las operaciones de escape de los nazis) fueron organizadas por los servicios de inteligencia del Reino Unido y Estados Unidos con ayuda de la Cruz Roja, con lo que más de diez mil nazis europeos encontraron refugio en Canadá y EUA.

No sorprende, entonces, que quien fuera Canciller (equivalente a Rector) de la Universidad de Alberta entre 1982 y 1986, Peter Savarin, haya sido también integrante de las Waffen SS; tampoco que haya cientos de mausoleos y memoriales que conmemoran el nazismo y a los “héroes anticomunistas”, ni que Justin Trudeau y Chrystia Freeland participen alegremente en los festivales organizados por la “comunidad ucraniana” para conmemorar a sus “héroes”.

El neonazismo no sólo actúa de manera cada vez más abierta en Canadá y Estados Unidos. Muchos de los nazis y sus herederos, que encontraron refugio en América, regresaron a sus países a actuar políticamente. Dos casos paradigmáticos: el primer presidente ucraniano impuesto por Estados Unidos luego de la “revolución naranja” en 2005, es Víktor Yushchenko, quien llegó a la Presidencia de la mano de su esposa, Katerina Chumachenko. Nacida en EUA de padres ucranianos, se incorporó muy joven a la CIA, dirigió el Servicio Nacional de Información Ucraniano, un organismo financiado por el Congreso, y luego el Comité de las Naciones Cautivas o Bloque de Naciones Antibolcheviques, el mismo que organizó las multitudinarias paradas nazis en el Carnegie Hall de Nueva York. En 1991, justo después del derrumbe de la URSS, Katerina se instaló en Ucrania como empresaria y, junto con su esposo, se dedicó a organizar grupos antirusos y neofascistas. De ahi a la Presidencia.

El otro caso es el de Anna Yevheniia Muzyka o Slava Stetsko, casada en Berlin después de la guerra con Yaroslav Stetsko ‒comandante del Ejército Nacional de Ucrania creado por Heinrich Himmler, jefe de las SS. Ambos encontraron refugio en Estados Unidos y ella regresó a Ucrania casi al mismo tiempo que Katerina, donde formó el Partido Nacional Ucraniano sobre las bases de la Organización de Nacionalistas Ucranianos, la cantera nazi de aquel país. Hasta su muerte, su partido dominó el Parlamento, junto con Sector Derecho.

A esos personajes les rinde homenaje el gobierno de Zelensky y les aplaude Justin Trudeau. Así, el verdadero escándalo es que gobierno y congreso canadiense financien al neofascismo ucraniano. Para el buenondismo canadiense, ovacionar a un anciano nazi es justicia histórica; no es un criminal, es un héroe de la libertad.

 

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