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El punto muerto en torno a la política energética de la 4T

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AMLO evita discutir demasiado sobre la controversia energética, aunque está abierto al diálogo; Canadá y EEUU insisten en las energías limpias

T|CDMX|12012023. “Somos países progresistas”, afirmó el Primer Ministro Trudeau en la última junta bilateral México-Canadá realizada antes de darse por concluida la X Cumbre de Líderes de América del Norte. 

Pero se equivoca; Trudeau se equivoca, y no termina de entender que, en su núcleo ideológico esencial, la 4T, y sobre todo el presidente López Obrador, están inscritas en las coordenadas del nacionalismo. Habría que ver hacia dónde se dirigen las cosas en la próxima administración de MORENA en cuanto a la dirección ideológica que se asuma. El presidente ya movió ficha a ese respecto, lanzando la tesis de que la conducción futura de la 4T tendría que darse por el cauce del humanismo mexicano, sin perjuicio de lo cual consideramos importante y crucial, creemos, que no se pierda de vista la centralidad que tiene el nacionalismo como principio geopolítico fundamental de afirmación nacional y de soberanía, porque el progresismo es una trampa burguesa y postmoderna; o de otra manera: es la alternativa de la burguesía y de los niños bien para sentirse de izquierda sin tener que haber leído a Marx o a Lenin, o de perdida a Gramsci. 

Este es tal vez el obstáculo más importante en todo lo que tiene que ver con el T-MEC, y es sabido que tanto Estados Unidos como Canadá han venido insistiendo en su desaprobación de la política energética de López Obrador. Al interior del país, una legión de ambientalistas bienintencionados juega la función de tontos útiles con el argumento de la necesidad de transitar hacia un modelo de energías limpias, pavimentando el terreno y preparando el clima de reclamos para las ocasiones en las que un dirigente progresista como Trudeau, o para el caso también John Kerry, vengan a plantear que es más importante defender al planeta que fortalecer la soberanía y la potencia geopolítica de los estados nacionales. Lo que pasa es que eso es precisamente lo que no les conviene a potencias de primer orden como Estados Unidos, o de mediano rango como Canadá.

Por ahí leímos una columna verdaderamente abyecta en El Financiero de uno de esos tontos útiles, Enrique Quintana, que llevaba el infame título de “Help us, Mr. Biden”, en la que este pusilánime político le lloriqueaba al mandatario norteamericano diciéndole que López Obrador vive en un mundo del pasado y trasnochado (Echeverrista, es el calificativo favorito, como leímos también por ahí en las redes sociales), y que necesitábamos los mexicanos, según él, de la ayuda de Estados Unidos (y podemos suponer también que de Canadá) para hacerlo entrar en razón y en el siglo XXI. Tremendo; tremendo y aberrante. 

Y es que ese es, en el fondo, se sepa o no, el objetivo de la “agenda verde”: frenar el desarrollo con la cantaleta de ponerle “límites”. El problema es que toda esta ideología, que se resume en la Agenda 2030 de la ONU, lo ha invadido todo, y ya desde el nivel de primaria, y de ahí hasta la universidad y los niveles de postgrado, se está bombardeando un día sí y otro también a estudiantes por igual con esta papilla ambientalista pánfila, para que esté la gente ahora preocupada por ver quién es capaz de hacer el huerto urbano más pequeño, mientras las Iberdrola, las General Electric o las EDF Renewables Canada Inc., efectivamente, se reparten el mundo y los grandes negocios.        

Menos mal que el presidente López Obrador tiene claro que, en temas energéticos, el criterio es el de la soberanía nacional y la potencia geopolítica del Estado mexicano, y que lo prioritario es defender, apuntalar y fortalecer a la CFE y a PEMEX, y defender el litio con toda la fuerza que seamos capaces de disponer. 

“Siempre estamos abiertos al diálogo”, fue la respuesta de AMLO a Trudeau en lo relativo a las controversias con las empresas canadienses que están operando en el sector eléctrico. Habrá que ver en qué terminan esos diálogos.

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