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Desde la Segunda Guerra Mundial no había altas tasas de interés e incremento de deuda como ahora

Crisis

Cuando una crisis no tiene respuesta o las respuestas no logran revertirla, el sistema puede sufrir un colapso o una desintegración

T|CDMX|19042023. Todo parece indicar que el capitalismo financiero se encuentra en un momento clave para saber si tienen respuesta a sus constantes crisis o entra en un declive profundo y definitivo. El día 16 de abril la Secretaria del Tesoro de EU en una conferencia de prensa anunciaba eufemísticamente los riesgos que tenía el dólar ante el fracaso de embargos comerciales (particularmente se refería el caso de Rusia por la guerra contra Ucrania) ya que podrían socavar la preeminencia del dólar como moneda para las transacciones comerciales mundiales. Ahora es Agustín Carstens, en su calidad de director del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés), quien declara que desde la Segunda Guerra Mundial no habían altas de interés y un incremento de deuda en las economías nacionales, además agrega que  las tasas de interés seguirán elevadas, pero también menciona que, y esto es muy importante, En algunos episodios recientes de tensión financiera es difícil pasar por alto la huella del impacto acumulativo de las políticas monetarias y fiscales, que en palabras cristianas quiere decir que las recurrentes crisis financieras, unas más graves que otras, han desgastado las medidas que se toman para enfrentarlas y que por lo tanto no es seguro que sigan funcionando. Esa declaración es una más de las alarmas que los tecnócratas, medidos en sus pronunciamientos, hacen respecto a que el sistema financiero se encuentra en un momento difícil. Sólo es cuestión de hacer un breve resumen de las crisis de los bancos en EU y Europa, por ejemplo, los de Silicon Valley Bank, Archegos Capital Management, Credit Suisse, Deutsche Bank, Bank of Ireland y en bancos privados como BBVA, Bankinter, Santander, para darnos cuenta de que algo grave se está gestando en el sistema financiero internacional. No se trata de alarmismo sino de considerar que es altamente probable que los efectos de la crisis del 2008 tuvieron impactos a largo plazo, y que los expertos y directores de organismos internacionales ocultaron o no vieron, y ahora sumados a la inestabilidad que se produjo por la pandemia a nivel mundial se empiezan a manifestar.  Para Carstens esta inestabilidad obliga al incremento de la tasas de interés para combatir la inflación a nivel mundial, pero en su misma declaración menciona algo más que una respuesta técnica: Esta región de inestabilidad no está definida por las tasas de interés o los niveles de deuda, sino que en ella influyen a lo largo del tiempo las fuerzas políticas y tecnológicas y las políticas macroeconómicas, anticipando que la respuesta a las condiciones de inestabilidad están siendo afectadas por las relaciones políticas y las cuestiones tecnológicas y que por lo tanto no son variables fijas sujetas a las decisiones económicas ni forman parte de sistemas cerrados y variables controlables, con lo que anuncia que las diversas medidas, que hasta la fecha se han tomado para evitar el colapso del sistema financiero internacional, pueden no funcionar. Esta situación nos lleva a un plano más general para tratar de comprender no las medidas específicas que se toman para dar respuesta a una crisis sino a qué ocurre con la estabilidad de un sistema que no genera las respuestas adecuadas a su disfuncionalidad.  Aunque se trata de hipótesis sumamente generales, es importante buscar explicaciones a una situación que puede desestabilizar la economía mundial y con ello generar graves problemas sociales. 

Ludwig von Bertalanffy (1901-1972) fue un biólogo y filósofo austriaco, considerado uno de los fundadores de la teoría de sistemas, en su libro de 1950, Teoría General de los Sistemas, presentó su teoría y definió a una crisis como un estado en el cual el sistema ya no puede mantener su equilibrio interno, sus elementos internos están en conflicto, lo que impide que el sistema mantenga su estabilidad y equilibrio y lo lleva a un cambio significativo en su funcionamiento. La crisis puede ser causada por factores internos o externos, y puede manifestarse en diferentes formas, como cambios en el comportamiento, disminución del rendimiento, aumento de la entropía, entre otros. Esta definición destaca la importancia de la adaptación y la renovación del sistema en respuesta a la crisis e invita a su reorganización y a crear una mayor adaptabilidad a los cambios del entorno.  Sin embargo, en la misma teoría se establece que cuando una crisis no tiene respuesta o las respuestas no logran revertirla, el sistema puede sufrir un colapso o una desintegración. Esto se debe a que la crisis puede tener un efecto acumulativo y progresivo que debilita o destruye la estructura del sistema. En casos extremos, el colapso del sistema puede tener consecuencias graves para el entorno y otras áreas relacionadas. Por ejemplo, la crisis de un sistema financiero puede provocar la reducción de créditos, de circulante, de falta de control de las tasas de interés, de afectación en los intercambios comerciales y el incremento de medidas proteccionistas, la reducción o incremento desmedido de costos, entre otros, y con ello se pueden perder empleos, ingresos y generar una crisis social, es decir, en la teoría general de sistemas cualquiera de sus partes puede afectar a otra con consecuencias negativas para todos sus subsistemas o elementos.  Desde luego, los expertos y directores de organismos financieros internacionales y de bancos privados y centrales, no podrían decirnos que nos encontramos ante una futura crisis que no encuentra respuestas para adaptarse y resolver sus conflictos, sólo lo sabremos en el momento que ocurra la hecatombe, y será precisamente en ese momento que sabremos responder de forma individual y colectiva a un cambio que en otras palabras se debe denominar radical. 

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