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¿Qué puede ocurrir en torno a las consultas que promovieron E.U. y Canadá sobre los productos agrícolas genéticamente modificados?

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 La defensa de la posición del gobierno de México entorno al maíz genéticamente modificado será muy compleja con consecuencias imprevistas

T|CDMX|10032023.  El debate sobre la importación de maíz genéticamente modificado dará pie a un debate social y político en nuestro país que rebasará los ámbitos económicos y comerciales, pero será en el nivel internacional donde se presentarán los verdaderos retos. Para nuestro país no se trata de un tema menor, ya que tienen que ver con definiciones ideológico-políticas, histórico-culturales, tecnológicas y de sistemas de mercado. A partir del anunció de la realización de la consulta que, en el marco del Tratado T-MEC, presentaron Estados Unidos y Canadá, el  presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) advirtió que dicho procedimiento lo perderá nuestro país y además tendría fuertes impactos en nuestra economía. El tema del maíz transgénico en México ha sido objeto de debate y controversia entre diversos sectores económicos y sociales a lo largo del tiempo. La discusión central entre los grupos involucrados podría reducirse a dos polos. En un polo están los que consideran que el maíz transgénico podría traer beneficios económicos y ambientales; mientras que en el otro están los sectores que sostienen que podría tener efectos negativos sobre la biodiversidad, la salud y la cultura mexicana. En el fondo se trata de debate sobre una visión economicista y otras más social y cultural.

En polo economicista se encuentran los sectores agroindustriales y algunos científicos que defienden el uso del maíz transgénico como una insumo para mejorar la productividad y la eficiencia en la producción agrícola, lo que podría reducir los costos y aumentar la competitividad, además argumentan que podría traer beneficios ambientales, como la reducción del uso de pesticidas y la mejora de la resistencia a las sequías y otros factores climáticos adversos. En el polo social y cultural se encuentran los grupos ambientalistas, indígenas y un heterogéneo grupo de organizaciones sociales que han expresado su preocupación sobre los riesgos y las consecuencias negativas del uso del maíz transgénico; reclaman que el uso de semillas transgénicas podría tener efectos negativos sobre la biodiversidad, ya que se puede reducir su variedad genética y amenazar su conservación, que tendría efectos negativos en la salud y el medio ambiente, ya que necesariamente tendría que  aumentar el uso de pesticidas y otros productos químicos, y finalmente, y quizás la más importante,  el maíz es un símbolo cultural y alimentario y no protegerlo tendría efectos negativos sobre la cultura y la soberanía alimentaria del país. Estás son, en un resumen muy apretado, las dos posiciones que se verán polarizadas una vez que avance la consulta y que deberá ser resuelta en un proceso obligatorio de negociación directa entre las partes que no puede pasar de 90 días. Desde luego que estás dos posiciones deberán desembocar en la postura que asumirá el gobierno de nuestra república. Y es justo donde el tema se vuelve más complejo y rebasa los discursos y debates públicos.

Por un lado, a favor de la postura social-cultural se encuentra el actual gobierno de la república y es clara. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha adoptado una postura crítica hacia el uso de maíz transgénico en México. Desde su campaña presidencial prometió proteger la biodiversidad y la agricultura sustentable en el país. En este sentido, el gobierno ha implementado medidas para restringir el uso de maíz transgénico. En enero de 2021, el gobierno publicó un decreto que prohíbe la importación de maíz transgénico en México a partir del 31 de enero de 2024. Además, el gobierno ha impulsado una serie de programas para apoyar la producción de maíz criollo y promover la agricultura sustentable en el país, en particular, se ha enfocado en apoyar a pequeños productores y fomentar la producción de alimentos locales y orgánicos.

Por otro lado, aunque los grupos internos que apoyan la importación de maíz transgénicos se reduce  a algunos sectores empresariales, el verdadero problema se encuentra en los factores que no dependen la posición del gobierno, sino de expertos y opiniones internacionales que argumentarán que el maíz transgénicos ya se produce y consume casi en su totalidad en países como Estados Unidos, Canadá, Sudáfrica, Filipinas y no existen las consecuencias que argumentan los que están en contra, es decir asumirán la posición economicista mencionada párrafos arriba.

En caso de que Estados Unidos y Canadá ganen tanto las consultas como controversias, efectivamente tendría como consecuencias, de acuerdo con el T-MEC: multas y sanciones económicas, las cuales pueden ser cuantiosas y afectar la economía del país; pérdida de acceso al mercado lo cual puede afectar gravemente a las empresas que dependen de la exportación de sus productos a estos países; pérdida de credibilidad ante la comunidad internacional y tener como consecuencias el flujo de las inversiones extranjeras. Si esto llegará a ocurrir México se vería obligado a cambiar su política nacional para cumplir con las normas del tratado.

El reto del gobierno de México es enorme y deberá consistir en que defienda de manera responsable y constructiva, que el uso de maíz transgénico se debe evaluarse considerando los impactos en la salud de la población mexicana, el estado en el que se encuentra el medio ambiente actual y la importancia de las economías locales, entre otros factores.

 

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