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Sobre el libro Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento, de George Steiner, editado por FCE- Siruela.

Steiner 3

Félix Martínez

Cuando un lector se encuentra con un auténtico sabio se llena de regocijo y agradecimiento, el descubrimiento con toda seguridad nos dará la oportunidad de abrir nuestras fronteras de la imaginación, el razonamiento, el conocimiento o simplemente nos permitirá ver de forma distinta los temas sobre los que reflexiona. George Steiner (1929-2020) fue sin duda uno de los grandes sabios del Siglo XX:  filósofo, crítico literario, ensayista, pedagogo, teórico de la cultura y destacado defensor de la idea del intelectual europeo (sensible, políglota, universal, tolerante, clásico grecolatino, ilustrado y eternamente humanista), escribió con tal belleza y sencillez que cualquiera de sus textos nos deja frente a un abismo de dulces hallazgos.  En cualquiera de sus libros encontramos ese enorme deseo por compartir, por unir, por dejar claro lo que piensa y sabe, y aunque muchos de sus textos pueden resultar difíciles de comprender por los temas que aborda, nos recuerda que “sólo lo difícil vale la pena”.  Se requeriría de mucho tiempo y espacio para comentar cada uno de sus libros y nunca sería suficiente, sólo baste mencionar, por ejemplo, La idea de Europa, Pasión intacta: ensayos (1978-1995), Errata: el examen de una vida, Lecciones de los maestros, como muestras de la enorme sapiencia y vocación pedagógica que siempre desplegó como autor. Sin embargo, en esta ocasión vamos a hablar, brevemente, de un pequeño libro, llamado Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento, FCE-Siruela, editado originalmente en español en el 2007. Se trata de un libro de 83 páginas de un cuarto de hoja (es decir de 20 cuartillas), edición de bolsillo, en el cuál Steiner nos invita a “pensar el pensamiento”, frase que en sí misma resulta difícil de comprender, pero que tratada de la mano del autor nos lleva a reflexiones inexploradas: Más concretamente, esta tristeza proporciona el oscuro fundamento en el que se apoya la conciencia y el conocimiento.  

Nuestra existencia humana nos obliga a pensar incansablemente (la polea loca que gira en sí misma diría Pablo Neruda) en todo momento durante la vida diurna o nocturna, a través de pensamientos fugaces,  sueños o pesadillas, y nos sujeta sin escape con ideas o emociones lúcidos o extraños, en ocasiones quisiéramos detenerlo, pero suele ser una lucha infructuosa, sólo algunos pueden lograrlo (como los practicantes de algunas religiones orientales como el Zen,  y no por mucho tiempo), pero para el común de las personas es imposible.  Ese constante pensamiento como parte de su naturaleza tiende a la tristeza, la melancolía o pesadumbre; las razones pueden ser diversas, algunas lejanas otras domésticas, pero en el fondo hay una constante caída que no tiene que ver con lo cercano sino con el hecho de pensar: El pensamiento es estrictamente inseparable de ´una profunda e indestructible melancolía ́. Al pensar tendemos a la tristeza y melancolía, pero ¿debido a qué?  El pensamiento nos permite reflexionar sobre el mundo material e inmaterial que nos rodea o imaginamos, pero por qué y cómo surgen esas reflexiones, ideas o pensamientos.  ¿Por qué pensamos? ¿Cuáles son los límites y alcances de pensar?  Si no es posible dejar de pensar, entonces tampoco es posible dejar de estar tristes o melancólicos. 

Steiner se hace estás preguntas y con su enorme conocimiento y dominio de la historia del pensamiento nos propone nueve razones de por qué el pensamiento nos puede obligar a la tristeza. Aunque el título del libro nos confunda y pensemos que la tristeza es producto de la historia personal, es decir del amor, la muerte, el fracaso o la soledad, el autor nos lleva al plano filosófico del ser (somos seres temporales, pero al mismo tiempo eternos por gracia del pensamiento), a ahondar en el prurito de Descartes, Pienso, luego existo,  para proponer, por ejemplo, en la quinta posible razón, que Pensar es increíblemente despilfarrador y al no poderlo justificarlo no queda más que la frustración, que no es más que la forma que adquiere ese fundamento oscuro que es la tristeza.   

Leer a George Steiner puede compararse, por momentos, con la actividad de descifrar un código, por ello al leerlo debe hacerse con suma paciencia, con concentración, incluso con amor, porque se tiene la seguridad de que sus libros y ensayos no son supercherías o invenciones para vender o impresionar, son auténticas piezas de arte hechas para que formen parte de la biblioteca clásica del  pensamiento occidental; son piezas de un ser que ama la exploración del pensamiento, de alguien que reconoce lo sensible y expone en palabras precisas su deseo de compartir el conocimiento con la profunda generosidad y belleza del verdadero sabio.  

 

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