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Opera en la calle de San Jerónimo, CDMX [Narrativa]

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Félix Martínez

El momento es placentero, el mediodía está bañado en luz ligera y transparente. La calle de San Jerónimo, en el Centro Histórico, desde la mañana hasta el mediodía conserva esa atmosfera de vida religiosa de sus orígenes virreinales. 

Es sábado 18 de septiembre de 2021 a las 14 hrs. Visitamos una azotea intervenida gráficamente por dos talentosas artistas plásticas: Coral Revueltas y Olivia Rojo. Desde las alturas se percibe un ambiente casi pueblerino, parsimonioso y de transeúntes discretos. Sorpresivamente, un canto agudo, como de niña, similar a la reproducción de una vieja grabación, irrumpe en la acera. Es la voz de una cantante mezzosoprano de ópera. El canto muestra fuerza, pero llega con altibajos a la azotea del edificio. Su origen me despierta una urgente curiosidad. Bajo corriendo las escaleras deseando que no desaparezca la voz.  Como consuelo imagino que se trata de un concierto en alguno de los patios de la Universidad del Claustro. Nada es lo que parece. Ana canta la Habanera de Carmen la ópera… la letra dice: el amor es un pájaro rebelde…que nadie puede dominar, y es vano llamarlo, sí él prefiere rehusarse…   

La ópera Carmen de Georges Bizet, es una de las más famosas en el mundo. Sin duda, todos, sin saber su nombre, hemos escuchado la famosa Habanera: El amor es un pájaro rebelde, en algún comercial, película o cortinilla en la radio. Quien la interpreta despierta comprensible admiración, pero no cualquiera lo puede hacer, ya que se requieren estudios musicales y experiencia de su puesta en escena para contagiar su emotividad. Los pocos asiduos a la ópera insisten en que, para disfrutarla plenamente, se requieren conocimientos de canto, música, dramaturgia, escenografía e, incluso, de idiomas como el italiano o el francés. De ahí que resulta una sorpresa indescriptible escucharla en una calle del Centro Histórico de la Ciudad de México.       

La imagen de Ana es confusa. Su ejercitada voz en la ópera nos remite al Teatro de Bellas Artes, pero su aspecto no deja de ser descuidado y humilde. Tiene un cara ancha, en su frente se marcan múltiples arrugas. Sus cejas son pequeñas y escasas. Sus ojos están marcados por dos intensas ojeras, y debido a que se aplicó mal el maquillaje, lucen pequeños y agotados. Los pómulos están fuertemente marcados y delineados por dos hinchadas líneas. La nariz es ancha y acentuada por diminutas marcas. La boca es pequeña y delgada, los labios delicados, sus dientes son pequeños y tenuemente amarillos. Su cabello está dividido por una raya blanca al centro, en el naciente se observan zonas canosas que van cambiando gradualmente por un color café oxidado. La parte final de la cabellera se encuentra mal amarrada con una liga. La playera roja que viste tiene al frente un mensaje desgastado y chillante, no le cumbre el ombligo, por lo que se asoma una leve lonja de carne. Usa un pantalón de mezclilla sin bolsas delanteras, las cuales son sustituidas por un pequeño cierre en la parte izquierda, usa una cinta blanca con manchas café en sustitución del cinturón. Calza una botas que les llegan a las rodillas, las cuales tienen una hebilla en los costados y están decoradas con unos pequeños cuadros de acero, llamados estoperoles. Usa un suéter verde bordado, abierto, que cubre su brazo derecho, mientras que en el izquierdo sólo cubre medio brazo. Su bolsa, cruzada al pecho, es de piel negra desgastada, con tres cierres horizontales y decorada con una flor roja con verde. En la mano izquierda manipula un teléfono para dar play a la bocina que arrastra para ir de sitio en sitio a cantar. En conjunto su rostro y cuerpo parecen la manifestación del agotamiento por pena y tristeza.

Repentinamente su cuerpo adopta una postura actoral, ofrece las manos abiertas a un público imaginario y se mueve de derecha a izquierda y viceversa. Su postura es firme y decidida, no expresa ningún temor, se encuentra plantada en el escenario improvisado. Su pequeña boca adopta la forma del pico de un pájaro. Surge una voz aguda de timbre perfecto. Conoce la fonética del francés. El canto es suave e intempestivo: El amor es un niño vagabundo, jamás, jamás ha conocido ley. Si tú no me amas, yo te amo; y si te amo, ¡Ten cuidado! Por momentos la música se eleva hasta alcanzar un nivel alto y sostenido. Repentinamente el timbre hace altibajos agiles y dramáticos, su vibración es rápida, pero en constante control. No se distrae ni por un segundo, sólo hace un gesto afirmativo a las personas, que mientras pasan, depositan monedas en un vaso de refresco. La gravedad de su voz conserva una fuerza inusitada. El ritmo sigue esa maravillosa cadencia que nunca se detiene. Surge un silencio sorpresivo, sólo para que Ana, con un timbre prolongando, melodiosamente cante: Et si je t’aime, prends garde à toi!. El canto es puro, cristalino, diáfano, absolutamente congruente con la luz que baña la calle. La música acompaña de forma perfecta la interpretación. Con facilidad puedo imaginar que se trata de una orquesta en vivo y no de una grabación improvisada. Se enchina la piel. Parece un concierto interminable.

Finalmente, Ana hincha el cuello, mira al frente con altivez, adopta una posición de reto, descansa los brazos a los costados y emite una última nota prolongada. La música se suspende. Descansa. Tímidamente da agradecimientos al público itinerante.      

La ópera Carmen trata de enamoramiento, seducción, desaire y feminicidio. Ana ofrece un fragmento profundamente emotivo, bello, que invoca e identifica. Al verla y escucharla sentimos que somos belleza agotada por el amor. Sobrevivimos como podemos. Somos almas atravesadas por el amor, algunas con heridas abiertas, otras por herencias malditas, y, en menos casos, como miel que nace en el corazón.  Ana sangra discreta y secretamente, la letra parece su historia: El pájaro al que creíste sorprender batió sus alas y voló… El amor está lejos, puedes esperarlo; no lo esperas más: ¡Y ahí está!

Ana hace una inclinación ausente, recoge el vaso, se acomoda la bolsa y toma la agarradera de su bocina móvil, empieza a caminar; más adelante, en la Avenida Bolívar, da la vuelta y desaparece.       

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