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El espíritu del 22: Un siglo de muralismo en San Ildefonso

San idelfonso 2

Exposición El espíritu del 22: Un siglo de muralismo en San Ildefonso

Félix Martínez 

Pedagogía del muralismo 

En el Antiguo Palacio de San Idelfonso se encuentra, hasta el 12 de junio del 2023, una exposición asombrosa: El espíritu del 22: Un siglo de muralismo en San Ildefonso. No se trata sólo de una muestra monumental, como su título declara, sino de una nueva forma de conocer y apreciar la expresión artística que más fama ha dado a nuestro país en la historia del arte en el mundo: el muralismo. Su propuesta museográfica es innovadora: i) permite que el visitante conozca el proceso creativo de los artistas (origen temático, características de materiales utilizados, elaboración de  diseños, dibujos, composiciones y perspectivas, complejidades técnicas, tiempo de elaboración, entre otros) ii) obtenga información sobre las historias personales de los autores (formación, posiciones políticas e ideológicas, compromiso social,  influencias artísticas, visión  antropológica, confluencias de grupo,  etc.) y iii) al finalizar la exposición pueda apreciar los murales ya que se encuentran en el inmueble y están restaurados con motivo de la muestra. 

Conocer los detalles de por qué y cómo Diego Rivera, Fernando Leal, Jean Charlot, Ramón Alva de la Canal, Fermín Revueltas, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, aceptaron el reto de decorar, con su visión artística y política,  los muros heterogéneos del excolegio jesuita de San Ildefonso, sede de la Escuela Nacional Preparatoria, nos hace recuperar la emoción y la admiración por las obras, pero sobre todo, provoca un sentimiento de pertenencia a un espíritu artístico radical y por ello trascendente para nuestro país. La exposición es como introducirse en una burbuja palpitante y viva, donde revive el grandioso talento de nuestros artistas que, por desgracia, el tiempo y la rutina ha difuminado y vuelto invisible. La exposición provoca algo parecido al sobrecogimiento, y tiene mucha razones para hacerlo, ya que además de los murales, acompañan a la muestra piezas de caballete (Dr. Atl, Satunino Herrán, Nahui Ollin, José Clemente Orozco, etc) dibujos y grabados, entre otros, pero además revistas, fotografías, crónicas periodísticas, retratos, testimonios personales y manifiestos artísticos, en otras palabras, un retrato fiel de una gloriosa época.   

Los siete murales 

Diego Rivera (1886-1957). El mural La Creación, se encuentra en el Anfiteatro del inmueble, es una muestra de la personalidad y ambiciones del autor, ya que se trata de una obra que tiene la influencia de los frescos bizantinos y los colores y formas de paisajes de Yucatán y Tehuantepec, en el que se mezclan elementos paganos y cristianos, como una síntesis de lo nacional y lo universal;  es una composición que, nos enteramos al conocer los detalles de su creación, sirvió de pretexto para tener como modelos a las mujeres más bellas de la escena de nuestro país (Palma Guillén, Gabriela Mistral, Esperanza Velázquez Bringas, Luz Jiménez, Lupe Marín, María Luisa Marín, Nahui Olin, Lupe Rivas Cacho, Julia Alonso y Dolores Asúnsolo), las cuales representan a las nueve musas griegas, además también encontramos a Adán y Eva,  a la Ciencia y la Sabiduría, a las Virtudes Cardinales, a Cristo y a los Cuatro Apósteles, es decir, la obra es una composición sui generis porque mezcla figuras y símbolos clásicos, religiosos e indígenas, en colores contrastantes, aunque domina el amarillo oro, para inducir la sensación estar frente una esfera que se pueden desprender repentinamente de la pared; es de resaltar las expresiones dramáticas regidas por un ser fuerte y moreno, lo cual nos lleva a pensar en la mexicanidad, en posición de protección benigna. Este es quizás el más famoso de los murales, están en el corazón del edificio, pero también el menos expresivo, desde mi punto de vista, en comparación con los otros.

Fernando Leal (1896-1964). El maestro pintó un fresco llamado Los Danzantes de Chalma, obra rica en colores vibrantes y figuras humanas expresivas, cargada de significados religiosos, prehispánicos y católicos, conjuga armonía en las formas y perspectivas para contemplar detenidamente y recuperar la emoción del evento que retrata el artista. Su origen es la participación directa de Leal en la peregrinación al santuario de Chalma, comunidad de Milpa Alta, en la cual se acude para rezar y pedir milagros al Cristo Negro (aún se realiza los primeros días del año). El boceto geométrico a lápiz es una verdadera joya, permite apreciar todo el conocimiento técnico y artístico qué hay detrás del mural.  Sin duda, este fresco es una de las mayores obras del muralismo. 

Jean Charlot (1898-1979). La Masacre en el Templo Mayor, es una obra que conjuga la influencia cubista y los conocimientos sobre códices y hallazgos arqueológicos prehispánicos, utilizados por el autor para alcanzar un equilibrio expresivo y de colores sobre una tragedia ocurrida durante la conquista; la representación gráfica es la confrontación de los dos mundos, representados por la furia inhumana en los rostros de los soldados españoles y sus caballos metálicos y el drama de la muerte sorpresiva e inexplicable en los rostros indígenas; la fuerza de los colores, teniendo como eje un color naranja brillante en las sólidas lanzas que cruzan gran parte de la composición, provocan una impresión de realidad dolorosa y al mismo tiempo de duelo. Al contemplar el mural y conocer el proceso creativo del autor, nos invade la admiración por la conjugación de lo estético y la comprensión del hecho histórico retratado.              

Ramón Alva de la Canal (1892-1985). El desembarco de los españoles y la cruz plantada en tierras nuevas, es un mural que contrasta totalmente con el de Jean Charlot, descrito anteriormente, ya que lejos de ilustrar el choque violento expresa la incorporación pacífica de la religión cristiana en las tierras conquistadas, es por ello que las figuras en la composición, dominada por rostros femeninos, adquieren o un recogimiento espiritual o una expresión de duda en los rostros indígenas   frente a la bondad de los conquistadores, teniendo como perspectiva central una gigantesca cruz y como fondo las carabelas de viaje, resaltan de forma extraordinariamente los bellos colores y sus texturas provocando un sentimiento de conciliación de hechos históricos complejos pero ineludibles.

Fermín Revueltas (1901-1935). Alegoría de la Virgen de Guadalupe, pintado a los 21 años por el autor, refleja en todo momento una concepción estética ligada a lo político y a lo popular, ya que usa formas humanas simples y colores escuetos que destacan la afiliación y respeto del autor por las expresiones populares como forma de combatir el academicismo y la formalidad del arte; el tema mismo, es además, una demostración de su conocimiento de la vida de los campesinos y sus formas de manifestar la religiosidad, provocando que el mural en su conjunto despierte una alegría sosegada. Hay que agregar un dato curioso, Revueltas incluye al pintor ayudante, menciona su pertenencia al Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores y, junto a su firma, dibuja la hoz y el martillo comunista, dando lugar más adelante a la denotación de “marxista guadalupano”. 

 David Alfaro Siqueiros (1896-1974).  El espíritu de Occidente y El entierro del obrero, es una obra que retrata el carácter y la permanente vocación revolucionaria del artista, contrario a Revueltas, la transformación política y cultural no se lleva a cabo solamente con la recuperación y apego a nuestro mundo indígena, sino debe partir de allí para lanzarse hacia el futuro, representado por el desarrollo tecnológico y sus máquinas y la arquitectura lineal de grandes dimensiones; nuestro pasado no es el fin sino el inicio de una proyección hacia lo universal y a una concepción de arte nuevo, es por ello que el mural, que se encuentra en el techo de una de las escaleras del inmueble, parece venir a encontramos y reclamarnos esa quietud que se encuentra en la rutina diaria: la figura humana y alada y sus colores brillantes es una invitación a enfrentar poderosamente el reto que significa el futuro. Es imposible eludir las confrontaciones del pintor durante toda su vida, una de las cuales, nos informa la exposición, fue su expulsión del Colegio de San Idelfonso a petición de los profesores y estudiantes por practicar el “feísmo” en la elaboración de los murales.    

 José Clemente Orozco (1883-1949) Cortés y la Malinche, Los Franciscanos y La destrucción del viejo orden, es una obra magnífica porque, incluso, el lugar elegido para pintar, el techo y descansos de una las escaleras del inmueble, ahonda su belleza y efecto; se trata de una composición que en el centro tiene dos robustas y potentes figuras desnudas que representan a Hernán Cortés y a la Malinche fríamente enlazados de las manos, mientras otras figuras humanas largas, algunas grises con expresión compungida y otras morenas de firmes espaldas atléticas, realizan  actividades laborales, la totalidad de la obra está hecha en una bella composición geométrica, cuyo centro es un pequeño maguey en escasas curvilíneas; es la potencia de las formas lineales las que dan una expresión rígida a la obra, pero nos informan, es parte de la visión del artista, la cual No debe contener opiniones acerca de asuntos religiosos, políticos o sociales: nada absolutamente fuera del hecho plástico como caso particular, concreto y rigurosamente preciso.   

El contexto artístico de 1922 

Además, al recorrer las salas de la exposición el visitante con facilidad se deleita con las confrontaciones entre artistas y sus afiliaciones estéticas; así, por ejemplo, conocemos la lucha entre la visión academicista y europea del arte pictórico a finales del Siglo XIX, como una forma más del porfirismo, y la reivindicación social, popular e indígena de inicios del Siglo XX, como producto y efecto de la revolución mexicana, pero también de la formación de las vanguardias estéticas y literarias (cuya máxima, en los estridentistas, retadora y sarcástica, era: ¡Viva el mole de Guajolote!) y sus diferencias con la reivindicación del marxismo y la revolución socialista. 

En mi caso, la idea del artista obrero, con la constitución del Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores (1922-1924), cuya proclama era por el arte público, colectivo y contra el individualismo, me sigue resultando un tema de actualidad, porque se trata, ni más ni menos, del papel que tiene el artista en el contexto social que habita, y la creación de una obra que o bien se dirige a la denuncia  por las condiciones sociales de las clases marginadas o a las exigencias del mercado y de los círculos “cultos”  de las élites económicas, dilema que todo artista contemporáneo no puede eludir porque en muchos casos, significa la marginación o el estrellato mercantil. 

La exposición nos permite pensar en las formas que adquiere actualmente el muralismo. En mi caso, me permitió reflexionar sobre la explosión de un movimiento artístico a través de los grafitis monumentales que lucen en los edificios de nuestras ciudades, los cuales en su mayoría resaltan la identidad y, aunque a veces expresa cierta crítica social, carece del radicalismo estético y temático de los padres del muralismo en México. Además, la exposición nutre nuestro conocimiento con sentido del humor al leer, por ejemplo, el Manifiesto del Movimiento 30-30, aparecido en 1928, cuyo fin era oponerse al establecimiento de criterios de admisión en las Escuelas de Pintura al Aire Libre (las cuáles no hay que olvidar, surgieron como manifestación contra el academicismo y elitismo de la Escuela de San Carlos) y cuyos puntos eran “empuñar nuevamente la carabina 30-30 contra: I- Los académicos. II-los covachuelistas.III. los salteadores de puestos públicos y IV. En general contra toda clase de zánganos y sabandijas intelectualoides.          

Invitación 

No queda más que invitar a los lectores de esta revista a visitar El espíritu del 22 para contagiarse del espíritu de rebelión artística cultural; redescubrir un mundo que nos dejó una herencia privilegiada, y se encuentra a la mano, también nos recuerda que nuestro presente y futuro se fundan en la visión y trabajo de los artistas.                

Sede:

Antiguo Colegio de San Ildefonso: Justo Sierra 16, Centro Histórico, C.P. 06020 Ciudad de México

Horarios: martes a domingo de 11:00 a.m. a 05:30 p.m.

Admisión general: $50.00; descuento a estudiantes y maestros: $25.00; entrada libre a menores de 12 años, Programa de Membresías y para personas de la tercera edad; domingo entrada libre. 

50% estudiantes, maestros, UNAM, INAPAM, jubilados ISSSTE e IMSS. Sujeto a disponibilidad. Programación sujeta a cambios sin previo aviso.

         

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