Félix Martínez
Déjame en el desierto ansioso,
solo con la luna agonizante,
sin ropaje ni agua cristalina,
sin alimento ni sabores dulces.
Déjame, así, con el rojo en los ojos,
en un infierno de pliegues rosados,
ansioso del espejismo de tus manos
y del despertar de tus labios carnosos.
Déjame en mares de arena negra,
ungido de sombras imaginarias fútiles,
De mar en llanto negro y miedo,
De escozor de piel sombría.
Déjame sin más ni menos,
sin salida clara ni luz guía,
sin deseos por la vida,
anhelando una muerte segura.
Déjame sin el aliento de tu música,
de tu pecho potente y único,
de tus brazos de hiedras ancestrales,
de tu sangre vigorosa y agridulce.
Déjame en silenció y enamorado,
sin la lucha del día y de la noche,
sin tus piernas de acero y miel,
sin tus sueños de locura.
Déjeme calcinado junto a ti,
varados juntos en ese desierto,
amarrados de cuerpos y aliento,
anclados como estatuas de pie.