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Argentina: el monstruo de la hiperinflación

Un hombre que junta cartones para vivir empuja su carro frente a tiendas cerradas en el centro de Buenos Aires, semanas antes de elecciones legislativas, en Buenos Aires, Argentina, el 13 de septiembre de 2021. Foto de archivo. REUTERS/Agustín Marcarian

Es de tal magnitud la crisis actual de Argentina que ha desincentivado a los políticos tradicionales como Alberto Fernández, Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner, a presentarse como candidatos a la presidencia 

T|CDMX|16052023. La población en Argentina ha vivido en crisis desde 1990, aún conserva el trauma de los estallidos sociales de los años 2000-2002 y sabe, con temor, que de un momento a otro puede repetirse esos hechos dramáticos. Ninguno de los planes de rescate que los diferentes gobiernos han impulsado detiene la caída y parece que no será posible superar en el corto y mediano plazo una crisis que ha hecho terrible la vida para sus habitantes: Hace cinco años para comprar US$1 se necesitaban 21 pesos. Hoy, se necesitan cerca de $470 en el mercado negro.

La hiperinflación que ocurrió en Argentina en los años 1989-1990 fue una de las crisis económicas y políticas más severas en toda su historia, especialmente por los altos niveles de endeudamiento, el déficit fiscal y una economía con desequilibrios estructurales; una inflación descontrolada (los precios aumentaron mensualmente a niveles de más 200%, incluso alcanzando tasas de miles de por ciento), provocó la pérdida de confianza en su moneda local, debido a su constante devaluación y al colapso de su poder adquisitivo, además, ninguna medida de política económica  logró frenarla, a pesar de las radicales decisiones tomadas, como el congelamiento de precios y salarios, y sólo agravaron los desequilibrios económicos, a todo lo anterior se sumó una pésima decisión al reemplazar el austral por el peso argentino en 1992, buscando, con este plan de convertibilidad, lograr una paridad fija entre el peso y el dólar estadounidense; el impacto de la hiperinflación fue profundamente devastador, aumentó el desempleo y la pobreza, además creó un deterioro en la confianza de los inversores y en la estabilidad económica del país.

Cuando los argentinos creían haber vivido una sus peores pesadillas económicas a inicios de los años 1990, en los años 2001 y 2002, diez años después, vivieron las consecuencias de la convertibilidad:  se incrementó su déficit fiscal, disminuyó su competitividad y provocó la imposibilidad del pago de su deuda externa (generando la imposibilidad de acceder a financiamiento externo y provocando la fuga de capitales), a lo anterior se sumó la corrupción (caso de “Megacanje” -canje de deuda pública implementada con sobreprecios-; caso IBM-Banco Nación -pago de sobornos y sobreprecios en la contratación de servicios informáticos; Siemens y transporte público – presuntos sobornos y pagos ilegales a funcionarios del gobierno, entre otros) y  la inestabilidad política (el 20 de diciembre de 2001, después de una semana de violentas protestas, el presidente Fernando de la Rúa presentó su renuncia; Adolfo Rodríguez Saá asumió brevemente la presidencia y luego renunció, siendo reemplazado por Eduardo Duhalde, quien completó el mandato presidencial hasta 2003). Entre las peores decisiones durante los años de la crisis de 2001-2002 se encuentran la devaluación del peso argentino (perdió alrededor del 70% de su valor en relación con el dólar) y sobre todo la instauración del corralito bancario. El corralito bancario fue una decisión del gobierno que limitó la disponibilidad de los ahorros de la población al restringir el retiro de dinero en efectivo de los bancos, es decir contrario a toda lógica económica y política, impidió a los ciudadanos disponer del dinero que les pertenecía y se encontraba en los bancos, y fue la “gota que derramó el vaso”, ya que generó un clima de descontento, manifestaciones y saqueos en todo el país. La pobreza aumentó, una gran parte de la población cayó por debajo de la línea de pobreza y la desigualdad exacerbó las disparidades económicas y sociales existentes.

En el año 2018 nuevamente se declaró una crisis económica en Argentina, debido a una fuerte devaluación frente al dólar estadounidense, derivado de déficits fiscales y comerciales, fuga de capitales y la falta de confianza de los inversores; ante la crisis, el gobierno argentino buscó asistencia financiera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y obtuvo un préstamo de emergencia por valor de 50 mil millones de dólares, que luego se incrementó a 57 mil millones de dólares, sin embargo generaron un descontento en la población debido a las condiciones asociadas al préstamo. La combinación de devaluación, inflación alta y medidas de ajuste implementadas para equilibrar las finanzas públicas contribuyeron a una recesión económica, agudizada con el surgimiento del COVID 19.

En este mes de mayo de 2023 la inflación en Argentina vive un alza de precios anual que roza el 109% y tiene uno de los salarios más bajos de América Latina. En medio de la hiperinflación el Banco Central de la República Argentina (BCRA) anunció el lanzamiento de un nuevo billete de 2.000 pesos, que será el de mayor denominación. Según un testimonio de BBC: Hoy en día $2.000 es lo mínimo con lo que tenés que salir de tu casa para comprarte cualquier cosa. Con estos niveles de inflación deberían emitir billetes de $5.000 o $10.000 (https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-65553390 ). Es de tal magnitud la crisis actual de Argentina que ha desincentivado a los políticos tradicionales como Alberto Fernández, Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner a presentarse como candidatos a la presidencia, y a la fecha no se sabe quiénes competirán en las elecciones primarias de agosto y las generales de octubre del presente año, y no existe un horizonte que garantice que la hiperinflación se detendrá y país empezará su recuperación.

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